viernes, 2 de noviembre de 2007

LA COMPRENSIÓN DE LA TRINIDAD EN EL MUNDO OCCIDENTAL
En este primer artículo realizamos un acercamiento al tema de la Trinidad desde un contexto de la realidad occidental, sociedad ésta en la que nos encontramos. Es muy frecuente que en nuestra mentalidad, se vaya desarrollando ideas, pensamientos, conceptos a partir de una dimensión de la razón, y tambien algunas acciones que realizamos, muy pocas veces surgen de nuestro interior; esto va repercutiendo en nuestra realidad cotidiana de la vida. Igualmente no hay que desconocer nuestra realidad Latinoamericana, que está influencia por la cultura occidental en algunos ámbitos como el conocimiento, la cultura y costumbres, a partir de una concepción de la razón. Pues no generalizando en todo, pero cuando formulamos proposiciones en la mayor parte lo hacemos desde el juicio lógico y nos hacemos preguntas y respuestas, buscando el porque sucedió tal contecimiento y todo este acontecer racional va formando un pensamiento lógico a partir de la razón y en la cual estamos implicados en una sociedad moderna y occidental. Antes de abordar toda la riqueza de la Trinidad, no hay que desconocer el proceso que se ha venido dando desde nuestras primeras comunidades cristinas acerca de la Trinidad. Este proceso de comprensión de la Trinidad no ha sido fácil desde los principios de la Iglesia cristiana hasta nuestra actualidad. Han existido muchos conflictos sobre la comprensión de la Trinidad en relación con otras religiones, pensamientos y caminos equivocados que se han ido formando acerca de la misma. Uno de los elementos que ha ido ayudando a la comprensión de la Trinidad es el don de la fe, no fue fácil ir procesando está fe en la profundización de las personas, porque existían también las herejías y era una controversia contra la fe, pero en medio de ese proceso difícil se fue acentuando la creencia en la unidad divina de la Trinidad. Para ir profundizando en el misterio de la Trinidad, es preciso seguir un proceso que construido desde nuestra apertura, profundidad, búsqueda y dimensión de fe. Asimismo, ir aclarando algunos prejuicios en nuestro lenguaje y utilización de términos como: el modalismo, el subordinacionismo, el triteísmo que son categorías que nos han llevado a tergiversar el lenguaje y el acercamiento al misterio de la unidad divina. En cierta forma estos términos tienen diversas formas de descifrar la Trinidad desvirtuando su verdadero sentido. Asimismo, para realizar un acercamiento a la Trinidad debe existir un proceso de crecimiento en el don de fe, y en la cual se menciona: “La fe Trinitaria ve a las personas relacionadas eternamente en comunión infinita. Entonces podemos decir: hay tres personas de una única comunión”. [1] En esta enunciación nos da entender que la trinidad está formada por tres personas distintas pero en unión infinita, asimismo dentro de la naturaleza existe el único verdadero Dios, conformado por tres personas distintas que son: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; además está personas son co-iguales en naturaleza, co-eternas y viven en comunión. Igualmente Dios se revela tal como es: Padre, Hijo y Espíritu Santo es un misterio que se revela Dios al hombre desde una gran dimensión de comunión. Para entender el misterio de comunión en la Trinidad se hace necesario realizar un proceso de crecimiento en la fe; y vivir algunos valores de: comunión, unidad, misericordia, amor, fraternidad, siendo así elementos que nos pueden ayudar a acercarnos y comprender al misterio de la Trinidad. Además, como creyentes no creemos definitivamente que la doctrina de la Trinidad sean tres dioses distintos. Es así que en la historia del Antiguo Testamento y muchas veces en el Nuevo Testamento, vemos claramente que solo hay un Dios verdadero. Ese Dios verdadero que existe es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres personas son eternas, omniscientes, omnipotentes y omnipresentes. Cuando hablamos de la Trinidad que es un solo Dios verdadero, es porque de la misma unidad divina se deriva las demás personas donde están interpenetradas la una con la otra, desde una sola dimensión de comunión. San Ireneo nos ayuda a comprender la Trinidad desde una base de nuestra fe que lo asimila como el fundamento de un edificio y lo cual confiere a una solidez a nuestro conocimiento desde la fe. En la comprensión del ser humano es un poco difícil comprender el misterio de la Trinidad porque lo relacionamos desde nuestra razón humana y esto significa que como seres humanos somos ilimitados para comprender el misterio de la Trinidad, pero no imposible de reconocer la unidad de Dios desde nuestra fe, y acercándonos más al misterio de Dios. En la cual actúan las tres personas Padre, Hijo y Espíritu Santo bajo una misma unidad de comunión. “La unidad reside en la substancia del Padre comunicada. Por eso las tres personas divinas son consubstanciales, y que participan de forma absoluta de la misma substancia del Padre”. [2] Cuando hablamos de la unidad absoluta de Dios, nos referimos a la relación entre las tres personas, que no son iguales pero que viven en unión, fraternidad, igualdad, bondad, solidaridad, amor, que son elementos que nos ayuda a vivir y entender la Trinidad. De manera que la Trinidad la forman tres personas distintas pero de igual dignidad y con distinta misión en la construcción del Reino.
De otra parte podemos decir que la Trinidad es el término empleado para significar la doctrina central de la religión católica: la verdad que en la unidad de la divinidad, existen tres personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Estas tres personas verdaderamente distintas una de la otra forman el misterio trinitario. De este modo, en palabras del credo Atanasio: "El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios, y sin embargo, no hay tres dioses sino uno solo”.[3] En esta trinidad de personas, el Padre engendra al Hijo por una generación eterna, y el Espíritu Santo procede por una procesión del amor eterno del Padre y el Hijo. Sin embargo a pesar de esta diferencia, en cuanto al origen, las personas son co-eternas, co-iguales: todos semejantes no creados y omnipotentes. La enseñanza de la Iglesia, en el misterio de la revelación es desde la relación de la naturaleza de Dios, donde Jesucristo, el Hijo de Dios, enviado al mundo como camino de salvación es el fundamento de todo su sistema dogmático.
También el Concilio Vaticano II ha explicado el significado del término misterio en teología. Aquí se formula que un misterio es una verdad, que no somos capaces de descubrir plenamente, sino que es una revelación divina, la cual, aún cuando ha sido revelada se mantiene "escondida bajo el velo de la fe y, como quien dice, introducida en un sobre por una especie de oscuridad". Es decir en otras palabras, nuestra comprensión se mantiene solamente parcial incluso luego de haberse aceptado como parte del mensaje divino. Sólo podemos formarnos un concepto representativo a través de analogías y tipos, que expresan aquello que ha sido revelado, pero no podemos atrapar el conocimiento total. Asimismo en la justificación de un misterio, la gestión de la razón natural sirve solamente para mostrar que no contiene dificultad intrínseca, y que cualquier discusión impulsada contra ella debe darse en un constante proceso de maduración de la fe.
Finalmente uno de los ejemplos para comprender mejor el misterio de la Trinidad es la relación familiar. “En la familia bien constituida encontramos las principales dimensiones de la santísima trinidad: la distinción (padre, madre e hijo) y la unión de una sola vida, de un solo amor y de una misma comunión constituye la familia”[4] Para entender de una mejor manera y acércanos un poco más el misterio de la Trinidad existe una cierta analogía con la categoría de la familia que está conformada por tres elementos que son: padre, madre e hijo; estas tres personas conforman la familia donde cada persona una misión distinta. Además, no son iguales pero forman una sola familia que convive bajo un mismo techo, una misma preocupación, una misma alegría. Estas personas que forman la familia son: padre, madre e hijo es decir el padre engendra al hijo por eso es padre, el hijo es hijo porque es engendrado por el Padre y la relación de amor entre el padre y la madre se crea el hijo que es la unión entre el padre y la madre. Asimismo la Trinidad está formada por tres personas que son el Padre, el hijo y el Espíritu Santo que son un solo Dios.
Sixto Chalaco Jaramillo
[1] BOFF, Leonardo (1987) “La Trinidad, la sociedad y la liberación”, Ediciones Paulinas, Madrid-España - pág. 66 [2] BOFF, Leonardo (1987) “La Trinidad, la sociedad y la liberación”, Ediciones Paulinas, Madrid-España - pág. 104 [3] BOFF, Leonardo (1987) “La Trinidad, la sociedad y la liberación”, Ediciones Paulinas, Madrid-España - pág. 110 [4] BOFF, Leonardo (1990) “La Santísima Trinidad es la mejor comunidad”, Ediciones Paulinas, segunda edición, Madrid –España. Pág. 61
EL MISTERIO DE LA TRINIDAD COMO CAMINO DE DE LIBERACIÓN

En el articulo anterior nos acercabamos al misterio Trinitario como la posibilidad de cambiar y redimir la historia del tercer mundo, es decir, de construir una realidad más humanizada, más justa y equitativa en sus estructuras sociales, capaz de transparentar la comun-unión del ministerio trinitario. En el siguiente artículo trataremos de abordar el misterio Trinitario desde una perspectiva de salvación y liberación de la condición humana, pues es precisamente ella el lugar privilegiado de su revelación y donde se nos esta permitido pasar del dogma, a la praxis verdadera que acerca este misterio a nuestra existencia.

En este sentido nuestra reflexión partirá de la siguientes preguntas

¿De qué manera el creyente debe acercarse al misterio Trinitario para que esta experiencia no se que solo en la enunciación de un dogma solamente, sino que sea una experiencia verdaderamente significativa en su vida? Y ¿Cómo el misterio Trinitario se presenta como camino y condición de posibilidad para liberar y redimir la historia humana?.
Históricamente y en todas las épocas, en unas más y en otras menos, miles de personas han hablado sobre el misterio de la trinidad, esa comunión perfecta e inigualable que se establece entre el Padre, el Hijo y Espíritu Santo. Pero con el paso del tiempo nos damos cuenta son muy pocas personas las que se han acercado a una interpretación más cercana y plausible del misterio. Con realismo podemos decir que ha existido momentos de nuestra historia donde la Trinidad no ha dejado de ser un “cuerpo” extraño y abstracto en la vida del hombre, quedándose en su insondable misterio y no reportando en ningún bien, cambio, o transformación en la vida del creyente. A la Trinidad se le ha honrado y se dado culto más frecuentemente por lo que no significa que por lo que realmente significa.
Es así, que el quehacer Teológico desde siempre ha manifestado un enorme interés por abordar el tema de la trinidad, y desde unos años para acá autores como Boff han tratando de darle una nueva significación y significatividad en la vida de la iglesia en general y del creyente en particular, entendiéndolo no como un misterio más que desborda las estructuras mentales y de realidad en la que el hombre esta inmerso, sino más bien, como una experiencia vital de adhesión, comunión y seguimiento. Pero hay que reconocer que la mayoría de las veces se ha quedado en reflexiones o conceptos demasiado técnicos que se escapan al entendimiento de todos y que producen distanciamiento de este sagrado misterio. En este aspecto Rahner resulta iluminador al afirmar que “el tratamiento mismo que de la trinidad se ha hecho en la teología clásica, tomándola progresivamente como misterio Lógico o metafísico del que tenemos noticias por la revelación, pero que para la historia de nuestra salvación carece prácticamente de significado”.
Esto ha provocado que el mismo lenguaje que se utiliza para designar a la “Trinidad” resulte ser extraño y ambiguo para el creyente, pues no pasa de quedarse en mera especulación teológica, distanciada de las prácticas cotidianas de las comunidades cristianas. Esto ha ocasionado que la misma pregunta por el significado la “Trinidad'” suene muy extraña a los creyentes y no favorezca la transformación del mundo, quedándose solo en el intento ingenuo y utópico, de unir la fe práctica de los creyentes con unas construcciones teóricas y carentes de todo significado para la praxis actual. Pareciera se nos ha olvidado que la Trinidad lo que verdaderamente nos proporciona no es solo una imagen de un Dios que es unidad, sino también y mayormente, un modelo de relación entre los seres humanos, convirtiéndose en paradigma que los creyentes están invitados a acoger para construir un mundo mejor. Podemos decir entonces que esta dicotomía entre la historia de salvación entendida como liberación de la realidad humana y la doctrina que se ha hecho en torno a la Trinidad, ha generado una división en la comprensión misma de la Trinidad, que ya no es considerada como unidad, sino como existencias separadas, cuya acción es individual y no tiene un fundamento de participación comunitaria. Un hecho lo comprueba y es el misterio de la encarnación en el que Dios se hace inmanente y penetra profundamente la realidad humana a través de su Hijo Jesus, y que el hombre en ocasiones ha reducido consideradolo solamente como expresión histórica de Jesús “enviado de Dios”, olvidandosé del trasfondo Trinitario y negando de tal forma la comunión y participación de las tres personas en este acontecimiento.
En relación a este hecho Boff nos dirá: “la forma más accesible de la Trinidad sigue siendo la que el mismo Dios trino escogió para revelarse en el camino de Jesucristo…Jesús se entiende como enviado del Padre, viviendo una profunda intimidad con él, hasta el punto de expresarse en forma divina, siendo la fuerza que lo arrastraba, el entusiasmo que suscitaba su predicación y la irradiación que difundía sobre sus oyentes lo que revelaba de la mejor manera el espiritu Santo a los hombres”[1]. Así se afirma que no solo el Padre, o solo el hijo, o solo el espíritu es el que se revela o encarna en la historia, sino que es la Trinidad en su perfecta armonía y relación la que se muestra, comunicándose, creando y auto-entregándose en amor y comunión”[2] y todo esto a través de un proceso de identificación, redención y transformación de lo humano. Un intento de superar estas dificultades consiste en la propuesta de la Trinidad como modelo de comunidad y praxis del Reino. Esto significa aceptar en la vida del creyente que la trinidad es el paradigma que Dios quiere construir en la historia: Una comunidad amorosa y armónica de personas libres e iguales cuya historia se convierte en expresión de su común-unidad. Significa también que nosotros como parte de esa comunidad tenemos la obligación ética de construir el Reino que comulgue con el modelo de relación que se explicita en la trinidad, es decir, de igualdad, Liberación, totalidad, comunión y amor creador. Con el paso del tiempo también se ha ido demostrando que al igual que el misterio Trinitario la misma realidad humana se presenta como misterica, e incategorizable, Boff lo presenta de la siguiente manera “este misterio que es la vida humana no sólo se expresa inteligiblemente, sino que además se comunica y establece una comunión de amor con el otro; no es voluntad que ama, sino la persona que ama y se autoentrega”[3]. Y esta realidad en la que se ve envuelto el mismo hombre no es más que una manifestación figurativa de una realidad mayor de la que proviene y de la que es imagen: El Dios Trino, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Así pues, podemos decir que “cuanto más vive una persona la radicalidad de su propia vida, en la pureza y la entereza de sus concreciones, más se convierte en revelador potencial de la Trinidad en la historia, más se hace camino de acceso al misterio último que habita su propia profundidad existencial: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”[4]. Se puede afirmar entonces que el punto de partida o mejor dicho las coordenadas para abordar el misterio de la trinidad, su mensaje y toda la teología que se elabore en torno a ella, no puede ser otro que la misma historia de la humanidad, y en nuestro caso, la apremiante realidad de nuestra situación histórica concreta, es decir, nuestro mundo cargado de sufrimiento, cuya historia espera ser redimida y clama incesantemente por ese acontecer misericordioso de Dios uno y trino a favor de las victimas. Por tanto, todo discurso que como creyentes hagamos acerca de la Trinidad debe partir de la experiencia humana real y concreta de liberación. Ahora bien, para que esto suceda hay necesidad de “vincular el mundo al misterio Trinitario, de no considerarlo como simple exterioridad, sino como receptáculo de su auto comunicación”[5]. En efecto, la dinámica del misterio Trinitario no puede seguir pensándose al margen de la realidad del mundo, es pensando la Trinidad en términos de inmanencia e insertando este misterio en nuestra propia realidad y contrastándolo con nuestras prácticas históricas donde harémos del él un hecho verdaderamente significativo para la vida del creyente. Así pues, para nosotros profesar fe y devoción en la trinidad debe llevarnos a identificarnos con toda la realidad que podemos descubrir en el misterio trinitario: de participación y originalidad, de comunión y fraternidad, de entrega y autocomunicación, de armonía y de amor que es lo que esta en la base de la relación de estas tres personas que forman a un solo Dios. Me atrevo en este punto a afirmar que ninguna de las experiencias espirituales que tengamos, ningún dogma, ninguna Teología, o cualquier doctrina acerca del misterio Trinitario es verdadero sino esta enraizado y conectado profundamente en los presupuestos del hijo (enviado por el Padre y animado por el espíritu) y su revelación histórico-salvífica, sino privilegia una opción y clara decida por la salvación y liberación de la realidad humana. Por tanto, escoger y tener fe en la trinidad supone crear una iglesia que acepta que “el mundo y Dios tienen que ser concebidos en una especie de perijóresis, y no simplemente a través de categorías de oposición y de distinción”[6], Una iglesia capaz de descentrase y ponerse en camino, dejándose confrontar y configurar por la victima sufriente, cuya historia buscará transformar. Al respecto Boff en su libro Trinidad y liberación nos dirá también que “La historia Trinitaria no es sino la perijoresis eterna del Padre, del hijo y del Espíritu Santo en su plan Salvífico, es decir, en su apertura para la acogida y la unificación de todo lo creado. La historia de la salvación es la historia de Dios trino eternamente vivo, que nos introduce en su vida eterna”[7]
Desde lo dicho anteriormente constatamos que nuestro acercamiento a la realidad Trinitaria y nuestro quehacer Teológico en general no pueden quedarse en la simple academia, pues la verdadera teología traspasa el ámbito universitario y debe acortar la distancia a veces existente entre lo intelectual y académico y la realidad concreta. Boff es iluminador en esta experiencia pues la manera como aborda el misterio Trinitario tiene como base el impacto y la exigencia que este tiene en la misma vida humana, en esa realidad que le es más inmediata y que necesita ser transformada. Así nos dirá…”No basta con afirmar la Trinidad y la distinción entre las divinas personas. La característica esencial de cada persona consiste en ser para la otra, por la otra, con la otra y en la otra”[8]. Queriendo significar tal vez que la comprensión del misterio trinitario debe arrojarnos a un “otro” que viene a un irrumpir en nuestra intimidad, que nos obliga a descentrarnos y que se nos presenta como posibilidad de comunión y compromiso. También la existencia de una huella divina en todo hombre que nos obliga, nos perturba, nos acusa y que pretende afectar nuestra realidad y nuestros propósitos vitales. Finalizando nuestra reflexión diremos que la consideración de la comunión Trinitaria nos exige no quedarnos en el plano de las teorías, ni de las respuesta eclesiales, pues estas muchas veces resultan ser inadecuadas para comprenderla, sino más bien deber llevarnos a una actitud crítica frente a la persona, la comunidad, la sociedad y la iglesia… Esforzándonos por comprender a la persona humana como imagen y semejanza de la Trinidad capaz de abrirse en relación a los demás”[9] y como lugar privilegiado donde se da el misterio de la salvación. En efecto, el misterio trinitario no debe convertirse en algo que nos limitamos a “afirmar” y “mantener”, sino como algo que decidimos vivir y experimentar. De manera que nuestra comprensión y relación que el Dios que es uno y trino se convierta ante todo una búsqueda de la ortopraxis (práctica verdadera), más que de la ortodoxia (doctrina verdadera). Porque solo en la práctica verdadera de la fe puede hacer veraz lo que creemos en torno a este misterio.
Rodrigo Martínez
[1] Boff, L. 1987. La Trinidad, la sociedad y la liberación. Madrid: Paulinas. Pág 127-128. [2] Ibíd. Pág. 130. [3] Ibíd. Pág. 131-132 [4] Ibíd. Pág. 132 [5] Ibíd. Pág. 140. [6] Ibíd. Pág. 140. [7] Ibíd. Pág. 150. [8] Ibíd. Pág. 158. [9] Ibíd. Pág. 184.
EL MISTERIO TRINITARIO REVELÁNDOSE EN EL MUNDO Y EN LOS HOMBRES.

Cabe recordar que nuestras reflexiones iniciaron dando un panorama de la comprensión general que la tradición occidental le ha dado al Misterio trinitario. Seguidamente, se hacieron dos reflexiones en torno a laTrinidad intentado matizar en ella el sentido liberador. Y para cerrar, señalamos en este último artículo, basado en los capítulos 8-10 del libro "la Trinidad, la sociedad y la liberación" de Leonardo Boff, que en el fondo, el Misterio Trinitario es la mostración de Dios en el universo, concretamente en el mundo y desde el mundo en la realidad humana, ya sea en forma racional abastraca como lo muestra la tradición, ya sea desde la existencia, entendida esta como Dios inserto en la creación y la vida del hombre. Y lo hacemos partiendo de un repaso de lo que se dijo en el primero, es decir, resaltando la importancia que este Misterio ha tenido para la vida de una gran parte de la humanidad (Gran parte puesto que si bien Dios es universal, la manera de comprenderle desde una perspectiva trinitaria no es universal; el Dios trino es concebido concretamente en la cristiandad) tanto a nivel originario que tiene un sentido doxológico, como racional expresado en la doctrina magisterial de la iglesia- la tradición. Desde ese corto panorama, el interés se centrara en el esfuerzo de hacer ver que Dios es el misterio que ha estado y está revelándose como fuente de esperanza de una humanidad arrojada en el mundo afrontando las situaciones que ella misma ocasiona.
1. La Trinidad en la historia.
El misterio de la santísima Trinidad fue y es de gran interés para la constitución de la fe de gran parte de la humanidad, concretamente el cristianismo. A través del tiempo y tomando como puntos de referencia la historia de salvación, Antiguo y Nuevo testamento, el misterio de Dios se ha hecho parte de la vida de estas personas como esperanza, liberación, castigo, redención y plenificación de vida evidenciada en el reino. Esa es la manera como se cree Dios se ha revelado en el mundo. Pues bien, la revelación de la Trinidad se la ha comprendido en sus orígenes desde la doxología. En otras palabras como la relación cercana y viva con Dios desde una realidad del mundo, desde el acontecer cotidiano. Relación esta que se hace visible en la reverencia y la celebración expresada en la acción de gracias y alabanza a ese Dios cercano, presente en la vida de comunión de los hombres que le buscan. La manera de comprender esta revelación fue propia de las primeras comunidades las cuales aun no estaban expuestas a la necesidad de recurrir a otro recurso para entrar en relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No obstante, a medida que el tiempo avanza, surgen corrientes enfocadas a la desestabilización de esa manera de comprender a Dios y se hace necesario recurrir a un instrumento que permita su defensa, fundamentación y construcción sólida de la fe. Tal camino o recurso es el de la razón. De semejante empresa surgieron grandes tratados teológicos racionales que pretendían acercarse de una manera sistemática y bien fundamentada al misterio de Dios. Lo cual dio como resultado considerables controversias y juiciosos concilios que en torno al asunto se sumergieron en grandes indagaciones de donde se formularon propuestas para una apropiada comprensión del misterio de la Trinidad. Tales esfuerzos dan lugar a una doctrina de fe cuyas bases se levantaron desde la razón. Doctrina de fe compuesta por formulaciones teóricas abstractas de gran profundidad y coherencia argumentativa que concluye de la siguiente afirmación: el misterio de la Santísima Trinidad se comprende como un único Dios en el Padre que engendra, el Hijo engendrado y el Espíritu Santo que es espirado por el Padre junto y a través del Hijo. Y ha sido alrededor de esta gran verdad de fe que los estudios teológicos han realizado grandes profundizaciones en el decurso de la historia.
2. El hombre contempla la Trinidad en su existencia.
El misterio de la Santísima Trinidad ha de ser hoy comprendido desde la realidad existencial del hombre mismo. Pues Dios Padre, Dios hijo, y Dios Espíritu santo se manifiesta en el escenario concreto de la vida de los hombres quines se acercan a tal misterio para dar esperanza, libertad y un amplio horizonte de realización a su existencia. En este sentido “la Trinidad tiene que ver con la vida de cada persona, con su hacer cotidiano en el esfuerzo de dirigir la existencia en la conciencia recta, en el amor y la alegría, en el sufrimiento de la pasión por el mundo y de las tragedias existenciales, tiene que ver con la lucha por denunciar las injusticias sociales y por construir una vivencia mas humana y fraternal, con todos los sacrificios y martirios que supone no raras veces este empeño”[1]. En efecto, el camino donde se encuentra encarnada la Trinidad es el mundo, en la realidad en la cual nos movemos. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo desde la antigüedad eligió a un pueblo por amor y misericordia para darle la libertad y hacerle realidad la esperanza que guardaba en sus vidas. Pueblo en el que se encarna, en la persona del Hijo, para mostrarle el camino que le conduce a la construcción de una sociedad mas justa. No obstante ese encarnarse significó muchas pasiones, muchas tragedias, mucho dolor: sacrificar el hijo del hombre por amor a la misma humanidad, pero también significó sentido pleno de la existencia, alegría, realización, pasión y vida nueva en la resurrección de ese Dios hijo que resucita y se une al Padre en la más tierna filiación de amor que se proyecta en el tiempo por la misma inspiración divina transparentada en Dios Espíritu Santo. Ese misterio revelado en el camino histórico de Jesús y las manifestaciones del Espíritu es un misterio sacramental digno de reverencia sagrada. Reverencia esta que ha de ser la única actitud valida ante el último y supremo ser de nuestra vida. Ser supremo que no es solo de la razón sino que compete también al corazón. Es el misterio ante el cual nos alegramos cantamos y damos gracias, ante el cual nos acercamos y sentimos su presencia vivificadora. “Ese es el misterio de la santísima trinidad. No está fuera de nosotros. Nos rodea por todos los lados, mora dentro de nosotros y nos invita a integrarnos en la comunión eterna de las divinas personas”[2] Es en todo ello, es decir, en la presencia de la Trinidad que es comunión de amor en la realidad de los hombres en quienes promueve la unidad, la justicia, la misericordia, la libertad y el amor, podemos decir que es posible ver la gloria de Dios. Gloria de Dios que es el hombre vivo, redimido, el pobre integrado en la justicia y en su derecho. Ante tal grandeza al hombre no le queda más que alabar y dar gracias a la infinita benevolencia de la Trinidad y saber que tal misterio se ha comunicado y se comunica en el mundo. Alabanza que en ultima instancia se ha de tornar, en lo más profundo des ser del hombre, en forma de mística puesto que ante la presencia del misterio solo el silencio permite la admiración rebosante.
3. Dios dándose en el mundo como Padre, como Hijo y como Espíritu santo.
El Padre se revela en el Hijo a manera de liberación y por el hijo mismo como papá de los hombres. “Jesús se presenta como el revelador del padre….el Padre y yo somos una sola cosa…llama a Dios su propio Padre haciéndose igual a Dios”[3]...Jesús está en el Padre y viceversa. Siendo esto de esa manera, y sabiendo que el Hijo toma forma humana que habito en el mundo para anunciar el reino como forma de liberación de la opresión del pecado entre los hombres y como forma de armonización del hombre mismo con la creación, el Padre es el mundo liberación. Liberación que exalta al humilde y del devuelve el derecho violado y que está en proceso de realización. Y también liberación como ese pacificador que armoniza la creación pues en ella se hace presente la bondad y amor del Dios Padre creador, pues el Hijo que lo revela, lo encuentra en las aves del cielo que no siembran ni cosechan y que son alimentadas por el mismo Padre. Esa dación de Dios en el mundo en un nivel superior ocurre también en los hombres, puesto que por el Hijo revelador del Padre, participamos de esa filiación. Bajo esa condición somos hijos adoptivos de Padre por eso Jesús llama a sus discípulos mis hermanos. Es esa intima relación del Padre con el Hijo, y dado que el Hijo también es hombre, permite la condición de posibilidad de una sociedad de hermanos y hermanas en plena comunión, correspondencia emanada de la máxima expresión de comunión a la que llamamos Trinidad. Trinidad que es esa eterna unidad de amor e interpenetración de vida y de amor entre los tres divinos. Ahora bien, siendo Dios Padre la mostración en el Hijo, por el cual también el hombre es hijo adoptivo, ese Dios Padre también se revela bajo multiplicidad de formas, formas de ser, evidentes en cada persona. Dios Padre así como se revela en Dios hijo, se revela en los hijos adoptivos que son los hombres. Y también en las maravillas de su creación, la cual, está dinamizada por la fuerza del Dios Espíritu Santo. Hablando del hijo se dice, que Él está a lado del Padre... es nacido del Padre antes de todos los siglos…engendrado no creado, consubstancial al Padre que forman un solo Dios. Pero… ¿que tiene que ver esto con nuestro mundo, con nuestra realidad? Lo que sucede es que el Hijo que está identificado con Jesús es revestido de la fuerza liberadora del Padre, fuerza con la que Jesús asume el compromiso del reino. Reino que es una actuación de Dios sobre la creación, la cual, comienza por los más frágiles. Pero Jesús, el Hijo en intimidad con el Padre, actúa con total libertad la cual le permite ser también Hijo en obediencia para asumir su voluntad, proclama ese reino que se traduce como buena nueva para todos y todas. De tal suerte que por el Hijo, Dios se comunica con las criaturas para establecer con estas una relación de comunión y amor misericordioso, justicia, perdón y vida. En tal relación “el Padre quiso que el hombre Jesús de Nazaret, unido hipostáticamente al hijo, por su vida por su práctica y su pasión glorificase infinitamente al Padre y arraigase a la Trinidad en medio de los hombres, de las mujeres y de toda la creación…todas las cosas han sido creadas en el Hijo y este Hijo se ha encarnado…”[4] que con el Espíritu Santo – fuerza de comunión entre el Padre y el Hijo- perpetua la comunión vida en el universo y concretamente en el mundo. Si, Dios se da en el mundo. Y lo hace desde el misterio, al cual el hombre solo puede tener una cercanía. Cercanía traslucida en amor, perdón, misericordia, libertad, justicia, dignidad, vida, salvación….Ahora bien, si podemos creer y comprender que Dios trino se revela bajo esos modos de ser, los cuales están inmersos en nuestra sociedad, es que Dios habita en el hombre y la creación. Pues todos reflejamos esa presencia: cercanía, amor, perdón, misericordia, libertad, justicia, dignidad, vida, salvación, comunión. Y no solo los hombres sino la naturaleza misma de la cual hacen parte. Por eso Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, hoy se muestra como la posibilidad de libertad en una situación de esclavitud que vive la humanidad, Dios nos puede liberar como lo hizo con Israel; hoy se muestra como amor y perdón en medio de tanto odio, amor y perdón como lo hizo Jesús cuando estaba en la cruz, “Padre perdónales porque no saben lo que hacen”; Dios se muestra hoy como esperanza de justicia y dignidad en medio de tanta opresión, desigualdad, rechazo y egoísmo, tal como lo fue Jesús con los leprosos, endemoniados, prostitutas y enfermos; Dios se torna hoy como comunión de hermanos, en medio de tanto individualismo promovido por el sistema imperante, El Espíritu Santo forjó en los primeros seguidores de Jesús esa vida de unidad que dio origen a la Iglesia comunión. A manera de conclusión podemos insinuar que el Misterio de Dios ha alimentado la dimensión religiosa de hombres y mujeres antepasad@s que nos legaron una tradición de fe bien fudamentada, la cual, es la fuente de donde bebemos quienes pertenecemos a la actualidad, para comprender a ese Dios manantial primero de amor que sigue actuando y dándose hoy, en favor de la integralidad del ser humano y la creación. Los cristianos –pues como dije en un principio, es esta parte de la humanidad la que comparte al Dios trino, sin que ello signifique que Dios es sólo nuestro- hemos de ser consientes de tal realidad. Dios se revela hoy en cada una de las situaciones de cada grupo, cultura y sociedad. La tradición nos enseña que en un tiempo Dios se revelo y le comprendieron desde la fe y la razón. Hoy, Dios sigue haciendo lo mismo, y exhorta al hombre cristiano para que sea conciente de ello, redescubra el misterio y haga un esfuerzo para que crea en el y lo comprenda así como se procedió antaño. Fe y comprensión actualizada aue se convierta en el tiempo venidero como una valiosa herencia para la posteridad.
Javier Rosero.

[1]Boff, L. La Trinidad, la sociedad y la liberación. Madrid 1987. Pág. 194 [2] Ibíd. Pág. 196. [3] Ibíd. Pag. 204-205. [4] Ibíd. Pág. 228 -229.
EL MISTERIO TRINITARIO EN LOS TERCEROS MUNDOS.
1. La Trinidad de los pobres.
La existencia de una Trinidad en clave de comunidad y unidad es en si misma un mensaje de liberación valido para aplicarlo a los terceros mundos. Es sobre ésta afirmación y apoyados en las primeras partes del libro "Trinidad, sociedad y la liberación" de Leonardo Boff que proseguimos con nuestra reflexión. Para nuestro continente la Trinidad en su máxima glorificación y expresión es esencialmente comunidad integrada, unidad en si misma como fuente de esperanza liberadora de las naciones oprimidas pues -como dice Boff “la santísima trinidad se presenta como el modelo de toda convivencia social igualitaria, respetuosa a las diferencias y justa”[1].
Desde el tercer mundo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se plantean desde la igualdad y la comunión a la hora de “mostrarse” en la historia del pueblo latinoamericano. En otras palabras, el misterio de la Trinidad quiere ser revelado no solo en terminología doctrinal o dogmática, si no en experiencia de vida. Por eso es válido resaltar las funciones particulares de las personas de la Trinidad, el Padre como creador, el Hijo el que libera y el espíritu como el amor unitario. valido que singifica que reconozcamos que en estas funciones de la trinidad está intrínseco la puesta en práctica y la construcción de sociedades alternativas. No cuesta mucho trabajo reconocer en nuestro continente las palabras de Boff cuando nos dice: “los pocos ricos van siendo cada vez más ricos a costa de los pobres, cada vez más pobres”[2]. Es en estas circunstancias de adversidad donde resplandece el Misterio de la Trinidad que se da, que no se queda en comprensiones abstractas sino que se devela y acontece en la historia para que ésta sea transformada. Es aquí donde se puede hablar de una Trinidad comunitaria que sale al encuentro de los mundos oprimidos. A hora bien, esto es una liberación integral, ya que el comulgar con la Trinidad requiere no solo la aceptación de ésta como creencia fundamental de nuestra fe, sino que exige que nuestras realidades sociales en sus estructuras transparenten la Trinidad. Para ello es necesario partir de criterios de verdadera humanización, de perdón y en gran medida de vivencia comunitaria. Claro está, esto es un gran reto social que no parte de nuestras simples buenas intenciones si no del ejemplo que nos brinda la concepción de la Trinidad como comunidad que desata nuestras esclavitudes. Si, es la Trinidasd de la comunión, y no la trinidad en la que cada miembro cumple su función cabalmente, cada uno desligado del otro, puesto que si tal comprensión fuera así, caeríamos en el error de ver a un Padre autoritario, a un Hijo autosuficiente, y a un Espiritu Santo que está a lado del anarquísmo. Compresnión que favorecería fácilmente las circunstancias reales que han hecho padecer significativamente a América latina. Por supuesto, que esto no es la trinidad porque ella en su interioridad y misterio ha optado por la constitución comunitaria. En fin, “La comunidad es la primera y última palabra del misterio trinitario. Traduciendo socialmente esta verdad de repodemos decir, como ya hemos dicho, la trinidad es nuestro verdadero programa social”.[3] Mirando esta opción por la trinidad como comunidad, se puede confrontar las divisiones de clases sociales, las pugnas políticas que solo buscan el poder, la economía que avasalla y las religiones que dividen. El asunto es claro desde esta perspectiva, no podemos concebir desde nuestra realidad ya dividida una trinidad que patrocine el egoísmo . A esto no le apuesta la Trinidad sino al inefable misterio comunitario que se da en su interior y que se muestra como esperanza de liberación.
2. La Iglesia seguidora de Jesus es mediadora del misterio trinitario.
A hora bien, el misterio comunitario de las tres divinas personas no es algo etereo. Esto depende de nuestros modelos de Iglesia que es en últimas la que transparenta, por medio de sus miembros, la acción del Padre, del Hijo y del Espíritu. Evidentemente, si la Iglesia muestra la trinidad comunitariamente los signos serán de liberación, de igualdad y de justicia social. En esta medida la Santísima Trinidad constituye para la iglesia el motor que muestra a Dios no dividido sino en unidad. Así pues, el objetivo desde el misterio de la Trinidad es construir una iglesia símbolo de liberación, luchadora incansable por la unidad del pueblo Latinoaméricano que toma como ejemplo la comunión perfecta de la Trinidad y la hace praxis en nuestro mundo. Por último, es preciso determinar que la trinidad tiene una especificidad al revelarse, ya hemos dicho que esa revelación acontece en comunidad y en clave de liberación, no obstante, se ha dado gracias a una persona determinada, con una historia concreta, me estoy refiriendo a Jesús, el hombre que mostró al Padre y que recibió el Espíritu. En Jesucristo la trinidad no desconoce ni la comunidad, ni mucho menos la acción liberadora de la misma. Es evidente, en Jesús, la construcción de una comunidad que comparte, que construye nuevos sistemas sociales y es mucho más visible en Él su preocupación por el oprimido, por aquel que esta marginado, que sufre la esclavitud de la enfermedad, de la pobreza y de la marginación social. La trinidad, si bien se la ha comprendidio desde una formulación intelectual de funciones, que se quedan en el interior de tres personas divinas, es la comunicación del Padre, del hijo y del Espíritu santo para que el ser humano viva en construcción de unidad comunitaria y en camino de justicia y equidad social.
Francisco Javier Benavides B
[1] Boff, Leonardo. La trinidad, la sociedad y la liberación. Colección Cristianismo y sociedad. España 1986. Pp 19 [2] Boff, Leonardo. La trinidad, la sociedad y la liberación. Colección Cristianismo y sociedad. España 1986. Pp 20 [3] Boff, Leonardo. La trinidad, la sociedad y la liberación. Colección Cristianismo y sociedad. España 1986. Pp २५.

viernes, 14 de septiembre de 2007

DIOS UNA EXPERIENCIA TRASCENDENTE Y MUNDANA.

Nuestra reflexión partirá de de la propuesta que nos hace Leonardo Boff en su documento “Testigos de Dios en el Corazón del Hombre”. En este texto encontramos una problemática que se presenta cuando queremos abordar el tema del misterio de Dios, y es que a Dios le queremos dar imágenes que caen en dos extremos, el total trascendentalismo y la concepción absolutamente inmanente de Dios. Pues bien, frente a esta problemática queremos presentar en primer lugar nuestra posición, nuestras confrontaciones y porque no también los cuestionamientos que este complejo planteamiento suscita en nosotros. Es evidente que no olvidaremos la nueva propuesta de Leonardo Boff, la cual la analizaremos con mayor profundidad. Es importante reconocer que el hombre a través de la historia ha buscado materializar a Dios de alguna manera, por esta razón se busca designarle una imagen a nuestro Dios. Desde el momento en que buscamos esta representación de Dios ya empezamos a caer en un reduccionismo o extremo fundamentalista. Lo que queremos decir es que cuando encasillamos a Dios en una representación pareciera que le estamos delimitando la acción de Dios. No dejamos que Dios sea Dios. Hacemos un dios prefabricado, que responda a nuestras necesidades y sobretodo llegamos al punto de convencernos de nuestra propia creación. Así mismo, somos intransigentes a la hora de comprender a Dios en su multiplicidad, o sea, creemos que si Dios es Padre no puede ser madre y que las facultades, valores incluso sentimientos solo serán los del padre porque los de la madre no corresponden a un dios poderoso y omnipresente, frente a esto es valido pensar que Dios no es la imagen de un padre, sino el padre es la imagen de Dios. En este orden de ideas, es necesario salir de nuestra única concepción de exclusivizar a Dios a una imagen. Ahora bien, no descalificamos que el hombre moderno es hábido de representaciones materiales y que lo que no es comprobado o medianamente representado por otra circunstancia es difícil de concebir como real. En cuanto a esta problemática el hombre debe reconocer que así como le es más fácil comunicarse con la ciencia y la praxis también tiene la capacidad de desenvolvimiento en si mismo, de ir a su interioridad y sentir una experiencia que no está ni estará al alcance de un método científico. El hombre está llamado a descubrir en su existencia la posibilidad de un Dios que se hace evidente en sus experiencias, que acontece en su historia y en su presente. Esta concepción no es de corte racional, se sale de los lineamientos de la ciencia no por simple argumentación sino porque para adentrarnos en el misterio de Dios vamos hacia nuestra profundidad, hacia el encuentro con nuestro yo, y en esta dinámica no se descalifica ni a la ciencia, ni al razonamiento simplemente es otro estado de nuestra existencia. Ahora bien, en este encuentro con el Misterio de Dios caemos en extremos, que es lo que ocupa nuestra reflexión. Por una parte, concebimos a Dios desde una imagen profundamente trascendente. En esta designación calificamos a Dios de omnipresente, de omnipotente, facultades que no descalificamos pero que si nos limitamos a estas realidades se hará evidente un Dios alejado de los hombres un “Dios extraño al mundo y no experimentable”.[1] Por otra parte, encontramos la perspectiva de inmanentismo, en la cual caemos en una exageración de la apropiación de Dios en el mundo quitándole a éste su condición natural. En Otras palabras, no dejamos que el mundo actúe desde su propia realidad. Es válido aclarar que Dios hace parte de esta mundanidad, en especial para en Cristianismo con la encarnación de Hijo de Dios y sobretodo que el escenario más directo de acontecer y suceder de Dios es el mundo. En lo que no podemos caer es en la radicalidad de convencernos que Dios esta tan arraigado en el mundo que no trasciende de él. Como hemos dicho anteriormente Dios se refleja en la realidad del mundo, esta condición es propia de nuestra creencia, no obstante, no limitemos esta experiencia de Dios a nuestra realidad más cercana. Nos atrevemos a asegurar que el descubrimiento o mejor la revelación del misterio de Dios si se da en los acontecimientos de nuestra realidad mundana pero esto nos debe conducir a un estado fuerte de interiorización y de descubrir mejores formas de interactuar con nuestra realidad, en otras palabras damos paso a nuestra comberción. Frente a estas dos circunstancias, Boff nos hablara de una experiencia intermedia que él la llama “transparencia”, la cual consiste en una categoría que equilibra el Dios trascendente con el Dios inmanente. Pero nuestro objetivo no es presentar la postura de Boff, sino la nuestra frente a su planteamiento. En esta medida, creemos en primera infancia que la búsqueda del equilibrio el la experiencia de la relación hombre – Dios es sumamente trascendental paro no caer en fundamentalismo que como ya lo dice la historia nos han traído sólo nefastas consecuencias. Es importante rescatar en nuestro comino de Fe y de experiencia de Dios la creencía de un Dios que se manifiesta, que se desenvuelve en nuestra historia, se anonada en la humanidad. Pero que no se limita a esta realidad, sino que se acerca al hombre en sus condiciones para que éste le descubra y experimente en su propio ser y en la realidad que le circunda la existencia inefable de Dios. Por último, quisiéramos señalar que dado la coyuntura de la posmodernidad con la creencía en Dios no se trata de un simple alejamiento de una realidad divina, sino más bien, de una realidad que avanza tan abismalmente apresurada que crea una imagen de dios a su manera o también que no repara en estas circunstancias. No obstante, desde nuestra visión Dios si acontece en esta realidad y en muchas otras con diferentes características. Creemos, en últimas, que Dios lo hace desde la transparencia equilibrando su condición trascendente con su mismisidad y mundanidad en nuestra realidad.
[1] BOFF. Leonardo, “testigos de Dios en el corazón del Hombre”

DIOS HOY- ¿Problema o Misterio?(1)

1] En nuestra sociedad moderna ha ido cambiando el concepto de Dios, y sus diversas concepciones acerca del conocimiento de Dios. Igualmente ha existido la gran influencia de vivir en una sociedad occidental, en la cual todo lo que se piensa, de dice o se hace algo en la vida práctica, es desde la razón en que necesitamos pensar para hacer las cosas, no quiere decir que el pensamiento, el razonamiento sea malo, sino que nos quedamos en una estructura del razonamiento de las cosas y no vamos más allá de la razón, en la cual debemos dejar surgir nuestros sentimientos, el porque hacemos las cosas y que beneficios nos dan, nos ayudan, cuando hacemos todo lo que está a nuestro entorno, debe ser una integración desde la razón, el corazón y la misma práctica. La imagen de Dios en nuestra historia actual se ha ido tergiversando en la concepción del hombre. Por la influencia del pensamiento occidental, el mismo ser ha creado falsos fetiches, las predominios ideológicos, en la cual el ser humano, se ha sentido perturbando como el acercamiento a Dios, y el mismo hombre ha ido desfigurando la imagen de Dios. Entonces ¿Cuál será el Dios que nos habla hoy? Es una pregunta desafiante a cada uno de nosotros, pues respetando también nuestra libertad del culto y experiencia religiosa, en la formación de nuestro pensamiento y figuración de la imagen de Dios. Es un Dios que se sigue presentando en los signos de los tiempos actuales desde una realidad concreta como son los pobres, la desigualdad social, la injusticia, la esperanza, de seguir construyendo el Reino en medio de nuestra realidad humana. En nuestra realidad humana vivimos en mundo secularizado, igualmente la diversidad de religiones que en cierto sentido es una riqueza el compartir experiencias con otras religiones, es decir sin perder la propia esencia de la misma religión, en la cual el individuo está creciendo en el sentido espiritual, gracias a la apertura de nuestra Iglesia de abrir nuevos caminos, signos y apertura al contexto de dialogo inter-religioso. En este intercambio de diálogo debemos ser conscientes, que existen algunos elementos que cada experiencia religiosa que lo enfatiza desde su propio estilo de vida y de encuentro con Dios. En conclusión el conocimiento, y acercamiento más a Dios va creciendo desde la misma fe que es un proceso de encuentro más personal entre Dios y el hombre. Se va dando desde una apertura personal del hombre mismo hacia ese enriquecimiento de conocimiento más a Dios, sin tener ninguna influencia en ese encuentro íntimo con el mismo Dios. Es una experiencia que nace del corazón del hombre, es decir de una plena libertad humana, ha pesar de las diversas ideologías, pensamientos, falsos dioses el mismo ser humano busca, desde esa realidad que está viviendo encontrarse o tener una experiencia intima con ese Dios hoy que la misma sociedad no los presenta y el mismo Dios se nos revela en los nuevos signos de los tiempos actuales, a seguir construyendo su proyecto de entrega y de una mejor realización humana.
[1] KUTTSCHKI, Norbert, Dios hoy- ¿Problema o misterio”, Edit. Sígueme- Salamanca 1967

EL ATEISMO HUMANISTA DE NIETZSCHE

FALGUNOS DATOS DE LA VIDA DE NIETZSCHE:
Friedrich Wilhem Nietzsche (1844 - 1900) nació en Boken (Lusacia), descendiente de una familia de pastores protestantes polacos. Terminados sus estudios de filosofía clásica fue nombrado profesor de la Universidad de Basilea. En 1870 intervino en la guerra franco-prusiana y contrajo una enfermedad de que no curaría nunca, y que le obligó en 1879 a abandonar definitivamente la cátedra, aunque le concedieron una pensión que le permitió vivir en adelante sin apremios Llevó, a partir de entonces, una existencia solitaria y consagrada por entero a la meditación, lo cual si bien le permitió llegar a ser uno de los filósofos más grandes de su siglo, terminó también por llevarlo a la locura. Pasó sus últimos años en Weimar, cuidado por su madre y su hermana, en un estado de completo embrutecimiento, hasta su muerte. Es reconocido como el padre del existencialismo y la filosofía fenomenológica, post-estructuralista y postmoderna. Realizando críticas de la cultura, religión y filosofía contemporáneas a través de una cuestión básica que estriba en el analizar las actitudes positivas y negativas hacia la vida de varios sistemas de moralidad. Más allá de los temas que trataba con sus trabajos, el poderoso estilo de Nietzsche y la sutileza con la que los trataba son características definitorias de su escritura. Hipótesis: En un ámbito occidental en decadencia que pregona y defiende una moral antinatural, promovida fundamentalmente por el Cristianismo, al que Nietzsche “califica de nihilismo, en la medida en que en él y con él se institucionaliza y difunde un pensamiento moral que lleva al abandono de categorías como “fin”, “unidad”, “ser”[1] convirtiéndose así, en negación del hombre y del mundo real. Trataremos de establecer como una nueva moral es posible, más humana, más encarnada en el devenir histórico del hombre, más en correspondencia con el proceso natural que se da en la vida de todo hombre. Está nueva moral pretende superar cualquier instrumentalización de la religión y recuperar la primariedad de la existencia humana, devolviendo el lugar que le corresponde en la historia. Desde está perspectiva tratare de establecer ¿Qué tipo de nueva moral es la que visiona Nietzsche y como está se hacer praxis en la existenciariedad humana? Y en la misma medida ¿Es posible una nueva moral en el cristianismo que sea más humana que responda verdaderamente las necesidades del nuevo hombre? 1.- CRITICA A LA MORAL DEL CRISTIANISMO EN NIETZSCHE. Nietzsche se pone a la tarea de profundizar e inspeccionar como se ha venido dando el desarrollo de la cultura occidental. A partir de su investigación Nietzsche vislumbra un progresivo ascenso de lo que le denomina valores débiles sobre los que se consideran como fuertes. Para él este momento de la historia esta permeado por una moral de esclavos que ha sido defendida y sostenida por el Cristianismo, en la que el hombre aparece en una absoluta dependencia de Dios, que tiene que ser superada, según Nietzsche, a través de la voluntad de poder, no reducida ésta a la voluntad de existir solamente, sino que es lo más primordial en el ser humano en cuanto lo llevar a querer ser más, dándole un mayor valor a su existencia. Así, pues para Nietzsche “El cristianismo ha tomado partido por todo lo débil, bajo, malogrado, ha hecho un ideal de la contradicción a los instintos de conservación de la vida fuerte: ha corrompido la razón incluso de las naturalezas dotadas de máxima fortaleza espiritual al enseñar a sentir como pecaminosos…los valores supremos de la espiritualidad”[2]. La religión nace del miedo y de la incapacidad del hombre para asumir su propia realidad…En este contexto Nietzsche nos mostrará como hay una depreciación de lo humano sobre lo divino, pues el hecho religioso como tal, aparecerá como negación de lo humano. Nietzsche reconocerá que toda religión nace del miedo, de la necesidad humana, de la incapacidad y de la impotencia del hombre mismo para asumir su realidad y trascenderla. La crítica que Nietzsche dirige a la moralidad propugnada por el Cristianismo es que esta se ha convertido en una “religión de la compasión que obstaculiza en conjunto la ley de evolución, que es la de la selección”[3]. En otras palabras obstaculiza que salga a relucir lo mejor que hay en la raza humana que para Nietzsche se constituye en el súper hombre. De esta manera se mostrará que los valores de la moral tradicional son contrarios a la vida porque la subyugan con dogmatismos y leyes que van en contra de las tendencias primordiales de la vida, es pues necesario liberar al hombre de todo estos valores artificiales decadentes, que niegan la vida misma, porque proceden de la voluntad de la nada, del nihilismo. Solo así, se podrá restituir al hombre su derecho a tener una vida más plena. De esta manera se puede apreciar que la perdida de fe en Dios por parte de Nietzsche es un acontecimiento de dimensiones titánicas, que se traduce en fe en la razón, en el sujeto, en la verdad, y en la libertad, y fundamentalmente en un sentido de la vida y de la historia superior al que normalmente se conoce. 2.- LA MORAL QUE SACRIFICA AL HOMBRE La religión y en especial la cristiana, entonces se presentará como la estructura que aliena al hombre y lo salva de asumir responsabilidades por los actos que están fuera de su alcance y racionalización. Se convierte así en una degradación del concepto de hombre cuya consecuencia más notoria podría decirse que es el pensar que todo lo bueno, lo loable, lo grande y verdadero que existe en el mundo es de naturaleza suprahumana y solo es alcanzable por intervención divina. Restando de esta manera la participación del hombre en la construcción de aquello que es pleno y es causa de armonía en el mundo. Es con este propósito que Nietzsche “denuncia al hombre que se autolimita y que se castra a si mismo, una vez que interioriza y asume unos mandamientos y prohibiciones que se le imponen en nombre de Dios”[4]. Se impugnará así, al hombre por su renuncia a ser agente de la historia, por la ausencia de ideales en él, por su distanciamiento solipsista, por aparecer como distante de la historia, capaz de acabar con los valores y la tradición. Él quiere reivindicar la finitud y la fragmentariedad, pero no precisamente para abrirse a ese “otro” (Dios-hombre), sino para la absolutización del hombre aislado, que pretende desarraigarse de la cultura, de la sociedad y de los proyectos históricos. En el fondo podemos decir, que lo que se evidencia aquí es la búsqueda incesante del absoluto, del superhombre que se debe a si mismo y a nadie más, en otras palabras Nietzsche viene a mantener la quimera de lo humano-divino, aunque el ámbito antropológico privilegie la voluntad y no necesariamente la razón. Por esto Nietzsche anuncia la muerte de Dios en la conciencia occidental. Dios no ya no existe, ni es necesario. Anticipándose de esta manera a la crisis socio-cultural de la fe en Dios y a la secularización de la sociedad y anunciado un nuevo tiempo y una nueva moral desde el que es factible crear un nuevo tipo de hombre y cultura. “Se elimina así una con una concepción teologal (providencialista) de la historia y se deja vacía la respuesta esencial a la pregunta humana por el sentido de la vida y de la muerte”[5] . Acabando así, con la concepción o idea de un Dios que rige el destino del hombre y determina el bien y el mal que se da en toda existencia humana y permitiendo de esta manera que el hombre asuma su papel histórico de dar un sentido, aunque sea fragmentado y limitado a su historia. Dios ya no va a aparecer como garante o condición de posibilidad para el desarrollo y la evolución trascendental del hombre, sino que será el mismo hombre que al hacer reflexión de su propia historia y de sus condiciones de posibilidad, como alcanza la plenitud. En efecto, el hombre que esta en constante búsqueda de su propia identidad, se volcará ya no sobre lo que es externo y ahistorico en su existencia humana, sino que precisamente, lo hará desde su propia mundanidad y existenciariedad, convirtiéndose así en agente de la historia y confrontándose con sus propias posturas morales y éticas. Por todo lo anterior Nietzsche pregona que la religión es un sistema que sacrifica al hombre desde un proyecto moral subjetivo que se legitima en Dios que, como contrapartida exige una fe y una obediencia radicales. A esto podemos añadir que la teologización del mundo, donde el hombre aparecerá como pecador ante Dios, que teme ser castigado y que se siente obligado frente a Dios creador que revierte su debilidad culpable. Nietzsche denunciará rotundamente esa dependencia y sometimiento del hombre a Dios, y la incapacidad de gozo y plenitud que de ella se derivan. Puesto que eso provoca que el hombre viva descentrado de su realidad y quede imposibilitado para autoafirmarse como tal desde la fragmentariedad. 3.- MUERTE DEL CONCEPTO DE DIOS… NACIMIENTO DE UN NUEVO HOMBRE Y UN NUEVO MUNDO Es innegable que en el contexto la cultura occidental, el postulado de mayor autoridad y preeminencia se encuentra depositado en el concepto de Dios y todas las implicaciones y aplicaciones que este tiene en la vida humana. En efecto, el Dios occidental al que dirige su crítica Nietzsche es el “Dios moral teórico “puro”, pensado como causa de todas la cosas, que proviene de la absolutización del esquema de la fe y que que se manifiesta como verdad absoluta”[6]. Es precisamente este concepto de Dios, elevado a la categoría de lo dogmático y normativo, que subordina al hombre y lo imposibilita para ser libre, el que debe morir y ser superado. Porque solo de esta manera el hombre volverá a recuperar la historicidad del hombre situado. Dar muerte a Dios…para que nazca el superhombre que sustituirá a Dios y se convertirá en receptáculo de todo lo real.De esta manera dar a muerte a Dios o mejor aún acabar con el concepto platónico que de él se tiene , es el paso que el hombre debe estar dispuesto a dar para superar aquel poder metafísico que condiciona su vida, para inaugurarse su propia libertad, sus valores, su lenguaje (ahora más encarnado en el mismo), su autoderminación. En pocas palabras, este el paso que se corresponde al nacimiento del nuevo hombre, el super hombre que sustituirá a Dios y se convertirá en receptáculo de todo lo real. Un ser que ya no depende ni restringe por una moral que le viene dada desde la divinidad, ni que obra según la voluntad de esta “entidad”, sino que tiene la suficiente libertad de conferir el sentido a las cosas, de recrear lo que hay en el mundo instalando sus propias estructuras de pensamiento, de acción, de lenguaje. Es el nuevo hombre que se abre al horizonte de posibilidades infinitas, capaz de configurar un mundo nuevo, con una moral nueva, con unas estructuras nuevas, más mundanas y por ende más antropológicas. 4.- UN NUEVO HOMBRE SI, PERO CON UNA NUEVA CONCEPCIÓN DE DIOS En Nietzsche la afirmación del hombre como tal, pasa por la negación de Dios, y en consecuencia el super hombre surge cuando Dios ha dejado de ser en el mundo. Nietzsche niega cualquier posible coexistencia de estos dos “entidades”, pareciera que nos dice, casi que nos grita ¡Es Dios o es el hombre… Nunca los dos por igual y al mismo tiempo! Frente a tales afirmaciones surge la objeción de que la imagen que Nietzsche tiene Dios esta condicionada solo por la concepción occidental que de él se tiene, cerrándose a cualquier otra interpretación de Dios. En efecto, el Dios que Nietzsche niega y que se convierte en detrimento de todo lo humano, es un Dios que ha sido ideado, esquematizado, moralizado y configurado por el mismo hombre. ¿Pero acaso este es en verdad el Dios verdadero? ¿No puede existir otro Dios que no enajene al hombre y genere sentimiento de dependencia en él? Así pues, vemos que en Nietzsche se le concede al hombre infinitas condiciones de posibilidad para su ser y su existir en el mundo, pero se le niegan a Dios y se lo encasilla en una formas y parámetros utilizados por una religión determinada. De esta manera constatamos que el acercamiento que Nietzsche hace a Dios, tiene matices reduccionistas, en el sentido de que solo va concebir las causas y condiciones que no hacen que se establezca una relación positiva entre Dios y el hombre (dependencia, autoengaño, negación de si mismo) y se olvida de las posibilidades que se abren en Dios para el hombre, posibilidades de trascendencia, de plenitud, de verdadera humanidad como lo testifica Jesús. Ahora bien, la religión como muy bien lo presenta Nietzsche no se puede convertir en una negación del hombre y de su sentido de trascendencia, pues una religión que no le permita al hombre autoafirmase y profundizar en su propia humanidad, esta condenada a desaparecer. Pero también es real la disyuntiva de que incluso aquel hombre que niega el hecho religioso y vive solo desde la libertad de no depender de una entidad superior, como es el caso del super hombre, no le es garantizado, tener dominio total de su propia realidad y alcanzar la verdadera y total plenitud. Y es en este punto donde una verdadera concepción de Dios se hace necesaria, no ya la de un Dios mago caprichoso que hace milagros a servicio del hombre, ni supla sus esfuerzos, o como Nietzsche diría que se convierta en enajenación o negación de lo humano. Sino un Dios entrañable, que habita, acompaña y sostiene la realidad del hombre, pero que deja al hombre en libertad para construirse su propio futuro y para soñar sus propios sueños. Solo de esta manera a religión deja de ser “un producto que emerge espontáneamente de la mente y el corazón del hombre, cuando este no se hace cargo de su propia existencia”[7] y se convierte “en una mediación entre lo finito y lo infinito”[8], capaz de llevar así a la existencia humana a su verdadera plenitud 5.- A MODO DE CONCLUSIÓN EL GRAN RETO QUE NIETZSCHE PLANTEA AL CRISTIANISMO …a los cristianos nos corresponde experimentar a Dios como una nueva humanidad y crear desde esta experiencia un cristianismo más humanizado…Finalizando este articulo propongo a modo de conclusión el gran reto que creo deja la filosofía de Nietzsche para el cristianismo, y que estriba en la pregunta por Dios y la manera como se concibe la relación entre él y el hombre. Es pensarnos “si la afirmación de Dios no conlleva una devaluación global de la existencia humana…si estamos sacrificando la existencia histórica en función de un más allá hipotético”[9]. En efecto en nuestro contexto cotidiano el problema resulta ser más profundo que cambiar de acento en nuestro lenguaje. Hay la necesidad de cambiar nuestra concepción de Dios y la manera de entenderlo desde la religión, y descubrir así un Dios diferente hecho mundanidad con el hombre. Un Dios en condiciones de igualdad, sin encogimientos, ni sometimientos, dejando crecer en libertad nuestro ser en su presencia. Así pues el Cristianismo del siglo XXI necesita buscar y experimentar a Dios desde nuevos caminos, superando el moralismo platonizante que no se corresponde al desarrollo y evolución del hombre, y sobre todo a una comprensión más plena de un hombre que no está determinado por un poder superior, sino que esta en construcción constante desde la fragmentariedad de su existencia. Desde esta perspectiva a los cristianos nos corresponde experimentar a Dios como una nueva humanidad y crear desde esta experiencia un cristianismo más humanizado, capaz de asumir todo lo auténticamente humano en su totalidad como principio de acción y de opción, capaz de hacer que el hombre aparezca como ineludible protagonista de la historia. Concluyendo diré que el Cristianismo no puede pasar por alto la experiencias muy humanas que viven los hombres de nuestro tiempo y desde esa misma identificación con lo humano debe brotar la necesidad, casi la obligación de cambiar la historia, para que ella misma sea más humana y solidaria con en el mismo hombre. Mostrando así, que la verdadera trascendencia divina y humana necesariamente tiene que estar permeada por la experiencia de identificarse con lo humanamente más débil (pobres, pecadores, marginados) para redimir, liberar y plenificar su historia. Es aquí donde estoy convencido que al Cristianismo se le es dado superar el ateismo crítico de Nietzsche y crear una nueva moralidad religiosa más en consonancia con los grandes y urgentes deseos de la humanidad. [1] Jacobo Muñoz: Nihilismo y crítica de la religión en Nietzsche. Documento de estudio Pág. 3 [2] Jacobo Muñoz: Nihilismo y crítica de la religión en Nietzsche. Documento de estudio Pág. 5 [3] Ibíd. Pág. 5 [4] (Estrada Juan Antonio. ¿Elogio del ateísmo y crítica del cristianismo? Razón y fe: Revista hispanoamericana de cultura Vol. 237, no. 1193. Pág 256 (Mar. 1998). [5] (Estrada Juan Antonio. ¿Elogio del ateísmo y crítica del cristianismo? Razón y fe: Revista hispanoamericana de cultura Vol. 237, no. 1193 . 256. (Mar. 1998). [6] Jacobo Muñoz: Nihilismo y crítica de la religión en Nietzsche. Documento de estudio Pág. 5 [7] Cabada Castro Manuel. La Autorrealización o liberación humana como crítica de la religión en Feuerbach. Pág 8 [8] Arsenio Ginzo Fernández. Scheiermacher: la autonomía e inmediatez de la religión. Pág 5. [9] Juan A. Estrada. La pregunta por Dios. Entre la metafísica, el nihilismo y la religión. Editorial. Desclee de Brouwer. Bilbao. 2005. Pág 299

Una religión donde Dios es el hombre.

El misterio de Dios ha sido, es, y será un problema para la existencia del hombre. Tal misterio se mueve en la incertidumbre de la curiosa y sentimental mente humana. Su comprensión y la misma experiencia acerca de éste, que sigue estando velado, avoca al hombre a manifestar diversas posiciones que defienden y niegan su existencia. Tanto quienes le afirman como los que dicen lo contrario no poseen la última verdad, si bien sus argumentaciones son validas. No se ha dicho hasta ahora la ultima palabra. Por tal motivo, se considera la posibilidad de hacer una vida ya sea centrada en la fe aceptando su existencia y haciendo de Él, la meta absoluta a la cual hay que retornar; o también encontrar la plenitud desde un mundo del no Dios.[1] En esta última idea se centrará esta reflexión intentando contemplar la posibilidad de una vida atea respecto al Dios que la mayoría dice conocer y aceptar. O mejor no digamos atea sino una vida que cree en el hombre. Se abordará el problema desde la perspectiva de un pensador importante quien de forma muy lucida dirá que el verdadero Dios es el hombre mismo y aquello a lo cual llamamos Dios es una proyección surgida de la necesidad humana que en medio de su infinitud busca aquello superior que quiere llegar a ser pero que aun no es. El pensador que nos ilumina en esta disertación es Feuerbach. Afirma que el hombre es religioso por naturaleza de donde el problema no es el si, o el no a la religión, el problema –continuará- es distinguir las falsas de las religiones verdaderas. Durante su vida descubre que la religión más importante es la que tiene que ver con el hombre. Después de un itinerario de búsqueda llega a la siguiente conclusión «Dios fue mi primer pensamiento; la razón, el segundo, y el hombre, mi tercero y último pensamiento» Siguiendo sus planteamientos tenemos que para él las falsas religiones son las teocéntricas. Estas son dañinas para los hombres en tanto enajenantes. De tal forma que el hombre comienza a adjudicar a Dios lo que en realidad era el mismo. Dios entonces resulta ser una idea que el hombre ha creado. Por eso Dios es una expresión de infinito, justicia, amor, paternidad, bondad etc. Ideas estas que corresponden a la experiencia del hombre mismo. Y esto a causa de que el hombre ha temido reconocer y aceptar sus capacidades para sobreponerse al dolor de las impotencias. Dios es el eco de nuestros gemidos de dolor. El dolor tiene que exteriorizarse; el artista calma su dolor oyéndolo, objetivándolo; aligera la carga que pesa sobre su corazón al comunicarla a los aires, haciendo de su dolor una esencia universal. Este aire libre del corazón, este misterio expresado, este dolor aními­co alienado, es Dios.[2] Pero a esta mera concepción subjetivista de la religión, para que sea mas consistente le va a dar un sentido objetivo al decir que, esta no es una simple proyección humana en si misma sino que hay influencias de la naturaleza la cual está en mutua implicación con el hombre. El hombre recibe de la naturaleza el material para la religión y así es el fundamen­to de la religión no solamente subjetivo, sino también objetivo (VII, 513).[3] La conciencia de Dios es por tanto producto de la naturaleza en conexión con el hombre. La impresión de esta en el hombre es la que forma en él, el nombre de Dios. Este tiene origen en la naturaleza. La esencia de la religión, es decir, la esencia de Dios no es otra cosa sino la esencia abstracta, purificada e idealizada, del mundo.[4] Esta esencia religiosa, está relacionada, con lo que Cabada dice: fantasía. Es decir lo divino “es la esencia objetivada de la fantasía” donde le mecanismo del deseo es el desencadenante de la experiencia religiosa. “Lo que soy pero deseo eso es mi Dios…el deseo es la esencia misma de la religión” El hombre en su naturaleza tiene el deseo de felicidad, es una llama ardiente que incoa la búsqueda de ser feliz y es ahí donde Dios aparece como ese deseo. Este sentimiento son deseos y aspiraciones no cumplidos en este mundo.. Esta materia generadora es únicamente el ardiente, infinito e indomable deseo de felicidad. Talante humano este que según, él, es infantil y egoísta anclado en la ignorancia que se tiene de las grades capacidades existentes en el hombre. Capacidades que le son atribuidas a Dios, el cual, se hace más grande en la medida que se minimiza al hombre. Cuanto mas vacía es la vida- va a decir- más pleno es Dios. Hasta aquí esta primera parte. Por el contrario la verdadera religión es el hombre que es divino, “el ser sumo es el hombre”[5]. Por eso dice, en cuanto a la inmortalidad, que la única y verdadera inmortalidad es la del género humano en cuanto tal. Y cuado se refiere al sentimiento de dependencia de la naturaleza, éste, es importante en la medida que es el fundamento o base de la religión mas no la esencia, puesto que ésta es el hombre mismo. Ahora bien, este hombre es un hombre comunitario, se da en comunión con los demás donde se promueve un amor del hombre hacia el mismo, “el amor incondicional total del hombre hacia el hombre, el amor que tiene su Dios y su cielo, es la verdadera religión… tener religión es pensar en los demás” por encima de Dios está el amor, la religión está debajo de la ética, esta es la verdadera religión - expresará, puesto que la religión que comúnmente se tiene es un egoísmo sobrenatural Se puede decir que la religión pensada desde Feuerbach es una proyección y una creación del hombre; es algo perteneciente a la infancia de la humanidad; la conciencia de Dios es la autoconciencia del hombre y el auto conocimiento de Dios es el auto conocimiento del hombre; el único sujeto auténtico es el hombre concreto.[6] De tal forma que la ontología de Dios no es más que el hombre en el horizonte de sus imposibilidades. Por eso se preocupa por potenciar al hombre y sus limitaciones. Critica la hipocresía religiosa basada en el teocentrismo; impulsa lo antropológico resaltando el aspecto comunitario del hombre. La religión existente que es la base del sistema moral por la mayoría aceptado es la base de todas las cosas que impide el desarrollo del pensamiento humano. Lo anterior nos muestra la posibilidad de una fe diferente a la común. Es la creencia en el hombre como ser capaz de trascender y encontrar su plenitud configurándose como comunidad humana en la cual pueda desarrollar todo su potencial del cual está dotado con el propósito de establecerse como el centro de la creación. ¿Es esta una concepción atea? Lo es frente al Dios tradicional en concreto al Dios cristiano. No obstante en el fondo se está hablado de la búsqueda de lo absoluto o infinito donde ser del hombre no ha llegado. Ese absoluto, ese máximo, esa plenitud final existe como misterio. Misterio que se le intenta nombrar, unos, como en el caso de nuestro pensador del cual hemos tratado, como el hombre, otros lo entiende desde otra perspectiva dependiendo de la experiencia que hayan tenido tanto a nivel racional objetivo como a nivel de sentimiento u subjetivo.
[1] Cf. Küng H. 1979. ¿Existe Dios? Madrid: Cristiandad. Pág. 773-777. [2] CABADA CASTRO, Manuel. “La autorrealización o liberación humana como crítica de la reli­gión en Feuerbach” capitulo II [3] Ibíd. Pagina 5 [4] Ibíd. Capitulo II [5] Hirscbberger J. Historia de la filosofía II. Herder. Barcelona 1970. Pág. 304-305 [6] Santidrián P, R. Diccionario básico de las religiones. Estella (Navarra) Verbo Divino. २०००