viernes, 2 de noviembre de 2007

LA COMPRENSIÓN DE LA TRINIDAD EN EL MUNDO OCCIDENTAL
En este primer artículo realizamos un acercamiento al tema de la Trinidad desde un contexto de la realidad occidental, sociedad ésta en la que nos encontramos. Es muy frecuente que en nuestra mentalidad, se vaya desarrollando ideas, pensamientos, conceptos a partir de una dimensión de la razón, y tambien algunas acciones que realizamos, muy pocas veces surgen de nuestro interior; esto va repercutiendo en nuestra realidad cotidiana de la vida. Igualmente no hay que desconocer nuestra realidad Latinoamericana, que está influencia por la cultura occidental en algunos ámbitos como el conocimiento, la cultura y costumbres, a partir de una concepción de la razón. Pues no generalizando en todo, pero cuando formulamos proposiciones en la mayor parte lo hacemos desde el juicio lógico y nos hacemos preguntas y respuestas, buscando el porque sucedió tal contecimiento y todo este acontecer racional va formando un pensamiento lógico a partir de la razón y en la cual estamos implicados en una sociedad moderna y occidental. Antes de abordar toda la riqueza de la Trinidad, no hay que desconocer el proceso que se ha venido dando desde nuestras primeras comunidades cristinas acerca de la Trinidad. Este proceso de comprensión de la Trinidad no ha sido fácil desde los principios de la Iglesia cristiana hasta nuestra actualidad. Han existido muchos conflictos sobre la comprensión de la Trinidad en relación con otras religiones, pensamientos y caminos equivocados que se han ido formando acerca de la misma. Uno de los elementos que ha ido ayudando a la comprensión de la Trinidad es el don de la fe, no fue fácil ir procesando está fe en la profundización de las personas, porque existían también las herejías y era una controversia contra la fe, pero en medio de ese proceso difícil se fue acentuando la creencia en la unidad divina de la Trinidad. Para ir profundizando en el misterio de la Trinidad, es preciso seguir un proceso que construido desde nuestra apertura, profundidad, búsqueda y dimensión de fe. Asimismo, ir aclarando algunos prejuicios en nuestro lenguaje y utilización de términos como: el modalismo, el subordinacionismo, el triteísmo que son categorías que nos han llevado a tergiversar el lenguaje y el acercamiento al misterio de la unidad divina. En cierta forma estos términos tienen diversas formas de descifrar la Trinidad desvirtuando su verdadero sentido. Asimismo, para realizar un acercamiento a la Trinidad debe existir un proceso de crecimiento en el don de fe, y en la cual se menciona: “La fe Trinitaria ve a las personas relacionadas eternamente en comunión infinita. Entonces podemos decir: hay tres personas de una única comunión”. [1] En esta enunciación nos da entender que la trinidad está formada por tres personas distintas pero en unión infinita, asimismo dentro de la naturaleza existe el único verdadero Dios, conformado por tres personas distintas que son: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; además está personas son co-iguales en naturaleza, co-eternas y viven en comunión. Igualmente Dios se revela tal como es: Padre, Hijo y Espíritu Santo es un misterio que se revela Dios al hombre desde una gran dimensión de comunión. Para entender el misterio de comunión en la Trinidad se hace necesario realizar un proceso de crecimiento en la fe; y vivir algunos valores de: comunión, unidad, misericordia, amor, fraternidad, siendo así elementos que nos pueden ayudar a acercarnos y comprender al misterio de la Trinidad. Además, como creyentes no creemos definitivamente que la doctrina de la Trinidad sean tres dioses distintos. Es así que en la historia del Antiguo Testamento y muchas veces en el Nuevo Testamento, vemos claramente que solo hay un Dios verdadero. Ese Dios verdadero que existe es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres personas son eternas, omniscientes, omnipotentes y omnipresentes. Cuando hablamos de la Trinidad que es un solo Dios verdadero, es porque de la misma unidad divina se deriva las demás personas donde están interpenetradas la una con la otra, desde una sola dimensión de comunión. San Ireneo nos ayuda a comprender la Trinidad desde una base de nuestra fe que lo asimila como el fundamento de un edificio y lo cual confiere a una solidez a nuestro conocimiento desde la fe. En la comprensión del ser humano es un poco difícil comprender el misterio de la Trinidad porque lo relacionamos desde nuestra razón humana y esto significa que como seres humanos somos ilimitados para comprender el misterio de la Trinidad, pero no imposible de reconocer la unidad de Dios desde nuestra fe, y acercándonos más al misterio de Dios. En la cual actúan las tres personas Padre, Hijo y Espíritu Santo bajo una misma unidad de comunión. “La unidad reside en la substancia del Padre comunicada. Por eso las tres personas divinas son consubstanciales, y que participan de forma absoluta de la misma substancia del Padre”. [2] Cuando hablamos de la unidad absoluta de Dios, nos referimos a la relación entre las tres personas, que no son iguales pero que viven en unión, fraternidad, igualdad, bondad, solidaridad, amor, que son elementos que nos ayuda a vivir y entender la Trinidad. De manera que la Trinidad la forman tres personas distintas pero de igual dignidad y con distinta misión en la construcción del Reino.
De otra parte podemos decir que la Trinidad es el término empleado para significar la doctrina central de la religión católica: la verdad que en la unidad de la divinidad, existen tres personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Estas tres personas verdaderamente distintas una de la otra forman el misterio trinitario. De este modo, en palabras del credo Atanasio: "El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios, y sin embargo, no hay tres dioses sino uno solo”.[3] En esta trinidad de personas, el Padre engendra al Hijo por una generación eterna, y el Espíritu Santo procede por una procesión del amor eterno del Padre y el Hijo. Sin embargo a pesar de esta diferencia, en cuanto al origen, las personas son co-eternas, co-iguales: todos semejantes no creados y omnipotentes. La enseñanza de la Iglesia, en el misterio de la revelación es desde la relación de la naturaleza de Dios, donde Jesucristo, el Hijo de Dios, enviado al mundo como camino de salvación es el fundamento de todo su sistema dogmático.
También el Concilio Vaticano II ha explicado el significado del término misterio en teología. Aquí se formula que un misterio es una verdad, que no somos capaces de descubrir plenamente, sino que es una revelación divina, la cual, aún cuando ha sido revelada se mantiene "escondida bajo el velo de la fe y, como quien dice, introducida en un sobre por una especie de oscuridad". Es decir en otras palabras, nuestra comprensión se mantiene solamente parcial incluso luego de haberse aceptado como parte del mensaje divino. Sólo podemos formarnos un concepto representativo a través de analogías y tipos, que expresan aquello que ha sido revelado, pero no podemos atrapar el conocimiento total. Asimismo en la justificación de un misterio, la gestión de la razón natural sirve solamente para mostrar que no contiene dificultad intrínseca, y que cualquier discusión impulsada contra ella debe darse en un constante proceso de maduración de la fe.
Finalmente uno de los ejemplos para comprender mejor el misterio de la Trinidad es la relación familiar. “En la familia bien constituida encontramos las principales dimensiones de la santísima trinidad: la distinción (padre, madre e hijo) y la unión de una sola vida, de un solo amor y de una misma comunión constituye la familia”[4] Para entender de una mejor manera y acércanos un poco más el misterio de la Trinidad existe una cierta analogía con la categoría de la familia que está conformada por tres elementos que son: padre, madre e hijo; estas tres personas conforman la familia donde cada persona una misión distinta. Además, no son iguales pero forman una sola familia que convive bajo un mismo techo, una misma preocupación, una misma alegría. Estas personas que forman la familia son: padre, madre e hijo es decir el padre engendra al hijo por eso es padre, el hijo es hijo porque es engendrado por el Padre y la relación de amor entre el padre y la madre se crea el hijo que es la unión entre el padre y la madre. Asimismo la Trinidad está formada por tres personas que son el Padre, el hijo y el Espíritu Santo que son un solo Dios.
Sixto Chalaco Jaramillo
[1] BOFF, Leonardo (1987) “La Trinidad, la sociedad y la liberación”, Ediciones Paulinas, Madrid-España - pág. 66 [2] BOFF, Leonardo (1987) “La Trinidad, la sociedad y la liberación”, Ediciones Paulinas, Madrid-España - pág. 104 [3] BOFF, Leonardo (1987) “La Trinidad, la sociedad y la liberación”, Ediciones Paulinas, Madrid-España - pág. 110 [4] BOFF, Leonardo (1990) “La Santísima Trinidad es la mejor comunidad”, Ediciones Paulinas, segunda edición, Madrid –España. Pág. 61
EL MISTERIO DE LA TRINIDAD COMO CAMINO DE DE LIBERACIÓN

En el articulo anterior nos acercabamos al misterio Trinitario como la posibilidad de cambiar y redimir la historia del tercer mundo, es decir, de construir una realidad más humanizada, más justa y equitativa en sus estructuras sociales, capaz de transparentar la comun-unión del ministerio trinitario. En el siguiente artículo trataremos de abordar el misterio Trinitario desde una perspectiva de salvación y liberación de la condición humana, pues es precisamente ella el lugar privilegiado de su revelación y donde se nos esta permitido pasar del dogma, a la praxis verdadera que acerca este misterio a nuestra existencia.

En este sentido nuestra reflexión partirá de la siguientes preguntas

¿De qué manera el creyente debe acercarse al misterio Trinitario para que esta experiencia no se que solo en la enunciación de un dogma solamente, sino que sea una experiencia verdaderamente significativa en su vida? Y ¿Cómo el misterio Trinitario se presenta como camino y condición de posibilidad para liberar y redimir la historia humana?.
Históricamente y en todas las épocas, en unas más y en otras menos, miles de personas han hablado sobre el misterio de la trinidad, esa comunión perfecta e inigualable que se establece entre el Padre, el Hijo y Espíritu Santo. Pero con el paso del tiempo nos damos cuenta son muy pocas personas las que se han acercado a una interpretación más cercana y plausible del misterio. Con realismo podemos decir que ha existido momentos de nuestra historia donde la Trinidad no ha dejado de ser un “cuerpo” extraño y abstracto en la vida del hombre, quedándose en su insondable misterio y no reportando en ningún bien, cambio, o transformación en la vida del creyente. A la Trinidad se le ha honrado y se dado culto más frecuentemente por lo que no significa que por lo que realmente significa.
Es así, que el quehacer Teológico desde siempre ha manifestado un enorme interés por abordar el tema de la trinidad, y desde unos años para acá autores como Boff han tratando de darle una nueva significación y significatividad en la vida de la iglesia en general y del creyente en particular, entendiéndolo no como un misterio más que desborda las estructuras mentales y de realidad en la que el hombre esta inmerso, sino más bien, como una experiencia vital de adhesión, comunión y seguimiento. Pero hay que reconocer que la mayoría de las veces se ha quedado en reflexiones o conceptos demasiado técnicos que se escapan al entendimiento de todos y que producen distanciamiento de este sagrado misterio. En este aspecto Rahner resulta iluminador al afirmar que “el tratamiento mismo que de la trinidad se ha hecho en la teología clásica, tomándola progresivamente como misterio Lógico o metafísico del que tenemos noticias por la revelación, pero que para la historia de nuestra salvación carece prácticamente de significado”.
Esto ha provocado que el mismo lenguaje que se utiliza para designar a la “Trinidad” resulte ser extraño y ambiguo para el creyente, pues no pasa de quedarse en mera especulación teológica, distanciada de las prácticas cotidianas de las comunidades cristianas. Esto ha ocasionado que la misma pregunta por el significado la “Trinidad'” suene muy extraña a los creyentes y no favorezca la transformación del mundo, quedándose solo en el intento ingenuo y utópico, de unir la fe práctica de los creyentes con unas construcciones teóricas y carentes de todo significado para la praxis actual. Pareciera se nos ha olvidado que la Trinidad lo que verdaderamente nos proporciona no es solo una imagen de un Dios que es unidad, sino también y mayormente, un modelo de relación entre los seres humanos, convirtiéndose en paradigma que los creyentes están invitados a acoger para construir un mundo mejor. Podemos decir entonces que esta dicotomía entre la historia de salvación entendida como liberación de la realidad humana y la doctrina que se ha hecho en torno a la Trinidad, ha generado una división en la comprensión misma de la Trinidad, que ya no es considerada como unidad, sino como existencias separadas, cuya acción es individual y no tiene un fundamento de participación comunitaria. Un hecho lo comprueba y es el misterio de la encarnación en el que Dios se hace inmanente y penetra profundamente la realidad humana a través de su Hijo Jesus, y que el hombre en ocasiones ha reducido consideradolo solamente como expresión histórica de Jesús “enviado de Dios”, olvidandosé del trasfondo Trinitario y negando de tal forma la comunión y participación de las tres personas en este acontecimiento.
En relación a este hecho Boff nos dirá: “la forma más accesible de la Trinidad sigue siendo la que el mismo Dios trino escogió para revelarse en el camino de Jesucristo…Jesús se entiende como enviado del Padre, viviendo una profunda intimidad con él, hasta el punto de expresarse en forma divina, siendo la fuerza que lo arrastraba, el entusiasmo que suscitaba su predicación y la irradiación que difundía sobre sus oyentes lo que revelaba de la mejor manera el espiritu Santo a los hombres”[1]. Así se afirma que no solo el Padre, o solo el hijo, o solo el espíritu es el que se revela o encarna en la historia, sino que es la Trinidad en su perfecta armonía y relación la que se muestra, comunicándose, creando y auto-entregándose en amor y comunión”[2] y todo esto a través de un proceso de identificación, redención y transformación de lo humano. Un intento de superar estas dificultades consiste en la propuesta de la Trinidad como modelo de comunidad y praxis del Reino. Esto significa aceptar en la vida del creyente que la trinidad es el paradigma que Dios quiere construir en la historia: Una comunidad amorosa y armónica de personas libres e iguales cuya historia se convierte en expresión de su común-unidad. Significa también que nosotros como parte de esa comunidad tenemos la obligación ética de construir el Reino que comulgue con el modelo de relación que se explicita en la trinidad, es decir, de igualdad, Liberación, totalidad, comunión y amor creador. Con el paso del tiempo también se ha ido demostrando que al igual que el misterio Trinitario la misma realidad humana se presenta como misterica, e incategorizable, Boff lo presenta de la siguiente manera “este misterio que es la vida humana no sólo se expresa inteligiblemente, sino que además se comunica y establece una comunión de amor con el otro; no es voluntad que ama, sino la persona que ama y se autoentrega”[3]. Y esta realidad en la que se ve envuelto el mismo hombre no es más que una manifestación figurativa de una realidad mayor de la que proviene y de la que es imagen: El Dios Trino, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Así pues, podemos decir que “cuanto más vive una persona la radicalidad de su propia vida, en la pureza y la entereza de sus concreciones, más se convierte en revelador potencial de la Trinidad en la historia, más se hace camino de acceso al misterio último que habita su propia profundidad existencial: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”[4]. Se puede afirmar entonces que el punto de partida o mejor dicho las coordenadas para abordar el misterio de la trinidad, su mensaje y toda la teología que se elabore en torno a ella, no puede ser otro que la misma historia de la humanidad, y en nuestro caso, la apremiante realidad de nuestra situación histórica concreta, es decir, nuestro mundo cargado de sufrimiento, cuya historia espera ser redimida y clama incesantemente por ese acontecer misericordioso de Dios uno y trino a favor de las victimas. Por tanto, todo discurso que como creyentes hagamos acerca de la Trinidad debe partir de la experiencia humana real y concreta de liberación. Ahora bien, para que esto suceda hay necesidad de “vincular el mundo al misterio Trinitario, de no considerarlo como simple exterioridad, sino como receptáculo de su auto comunicación”[5]. En efecto, la dinámica del misterio Trinitario no puede seguir pensándose al margen de la realidad del mundo, es pensando la Trinidad en términos de inmanencia e insertando este misterio en nuestra propia realidad y contrastándolo con nuestras prácticas históricas donde harémos del él un hecho verdaderamente significativo para la vida del creyente. Así pues, para nosotros profesar fe y devoción en la trinidad debe llevarnos a identificarnos con toda la realidad que podemos descubrir en el misterio trinitario: de participación y originalidad, de comunión y fraternidad, de entrega y autocomunicación, de armonía y de amor que es lo que esta en la base de la relación de estas tres personas que forman a un solo Dios. Me atrevo en este punto a afirmar que ninguna de las experiencias espirituales que tengamos, ningún dogma, ninguna Teología, o cualquier doctrina acerca del misterio Trinitario es verdadero sino esta enraizado y conectado profundamente en los presupuestos del hijo (enviado por el Padre y animado por el espíritu) y su revelación histórico-salvífica, sino privilegia una opción y clara decida por la salvación y liberación de la realidad humana. Por tanto, escoger y tener fe en la trinidad supone crear una iglesia que acepta que “el mundo y Dios tienen que ser concebidos en una especie de perijóresis, y no simplemente a través de categorías de oposición y de distinción”[6], Una iglesia capaz de descentrase y ponerse en camino, dejándose confrontar y configurar por la victima sufriente, cuya historia buscará transformar. Al respecto Boff en su libro Trinidad y liberación nos dirá también que “La historia Trinitaria no es sino la perijoresis eterna del Padre, del hijo y del Espíritu Santo en su plan Salvífico, es decir, en su apertura para la acogida y la unificación de todo lo creado. La historia de la salvación es la historia de Dios trino eternamente vivo, que nos introduce en su vida eterna”[7]
Desde lo dicho anteriormente constatamos que nuestro acercamiento a la realidad Trinitaria y nuestro quehacer Teológico en general no pueden quedarse en la simple academia, pues la verdadera teología traspasa el ámbito universitario y debe acortar la distancia a veces existente entre lo intelectual y académico y la realidad concreta. Boff es iluminador en esta experiencia pues la manera como aborda el misterio Trinitario tiene como base el impacto y la exigencia que este tiene en la misma vida humana, en esa realidad que le es más inmediata y que necesita ser transformada. Así nos dirá…”No basta con afirmar la Trinidad y la distinción entre las divinas personas. La característica esencial de cada persona consiste en ser para la otra, por la otra, con la otra y en la otra”[8]. Queriendo significar tal vez que la comprensión del misterio trinitario debe arrojarnos a un “otro” que viene a un irrumpir en nuestra intimidad, que nos obliga a descentrarnos y que se nos presenta como posibilidad de comunión y compromiso. También la existencia de una huella divina en todo hombre que nos obliga, nos perturba, nos acusa y que pretende afectar nuestra realidad y nuestros propósitos vitales. Finalizando nuestra reflexión diremos que la consideración de la comunión Trinitaria nos exige no quedarnos en el plano de las teorías, ni de las respuesta eclesiales, pues estas muchas veces resultan ser inadecuadas para comprenderla, sino más bien deber llevarnos a una actitud crítica frente a la persona, la comunidad, la sociedad y la iglesia… Esforzándonos por comprender a la persona humana como imagen y semejanza de la Trinidad capaz de abrirse en relación a los demás”[9] y como lugar privilegiado donde se da el misterio de la salvación. En efecto, el misterio trinitario no debe convertirse en algo que nos limitamos a “afirmar” y “mantener”, sino como algo que decidimos vivir y experimentar. De manera que nuestra comprensión y relación que el Dios que es uno y trino se convierta ante todo una búsqueda de la ortopraxis (práctica verdadera), más que de la ortodoxia (doctrina verdadera). Porque solo en la práctica verdadera de la fe puede hacer veraz lo que creemos en torno a este misterio.
Rodrigo Martínez
[1] Boff, L. 1987. La Trinidad, la sociedad y la liberación. Madrid: Paulinas. Pág 127-128. [2] Ibíd. Pág. 130. [3] Ibíd. Pág. 131-132 [4] Ibíd. Pág. 132 [5] Ibíd. Pág. 140. [6] Ibíd. Pág. 140. [7] Ibíd. Pág. 150. [8] Ibíd. Pág. 158. [9] Ibíd. Pág. 184.
EL MISTERIO TRINITARIO REVELÁNDOSE EN EL MUNDO Y EN LOS HOMBRES.

Cabe recordar que nuestras reflexiones iniciaron dando un panorama de la comprensión general que la tradición occidental le ha dado al Misterio trinitario. Seguidamente, se hacieron dos reflexiones en torno a laTrinidad intentado matizar en ella el sentido liberador. Y para cerrar, señalamos en este último artículo, basado en los capítulos 8-10 del libro "la Trinidad, la sociedad y la liberación" de Leonardo Boff, que en el fondo, el Misterio Trinitario es la mostración de Dios en el universo, concretamente en el mundo y desde el mundo en la realidad humana, ya sea en forma racional abastraca como lo muestra la tradición, ya sea desde la existencia, entendida esta como Dios inserto en la creación y la vida del hombre. Y lo hacemos partiendo de un repaso de lo que se dijo en el primero, es decir, resaltando la importancia que este Misterio ha tenido para la vida de una gran parte de la humanidad (Gran parte puesto que si bien Dios es universal, la manera de comprenderle desde una perspectiva trinitaria no es universal; el Dios trino es concebido concretamente en la cristiandad) tanto a nivel originario que tiene un sentido doxológico, como racional expresado en la doctrina magisterial de la iglesia- la tradición. Desde ese corto panorama, el interés se centrara en el esfuerzo de hacer ver que Dios es el misterio que ha estado y está revelándose como fuente de esperanza de una humanidad arrojada en el mundo afrontando las situaciones que ella misma ocasiona.
1. La Trinidad en la historia.
El misterio de la santísima Trinidad fue y es de gran interés para la constitución de la fe de gran parte de la humanidad, concretamente el cristianismo. A través del tiempo y tomando como puntos de referencia la historia de salvación, Antiguo y Nuevo testamento, el misterio de Dios se ha hecho parte de la vida de estas personas como esperanza, liberación, castigo, redención y plenificación de vida evidenciada en el reino. Esa es la manera como se cree Dios se ha revelado en el mundo. Pues bien, la revelación de la Trinidad se la ha comprendido en sus orígenes desde la doxología. En otras palabras como la relación cercana y viva con Dios desde una realidad del mundo, desde el acontecer cotidiano. Relación esta que se hace visible en la reverencia y la celebración expresada en la acción de gracias y alabanza a ese Dios cercano, presente en la vida de comunión de los hombres que le buscan. La manera de comprender esta revelación fue propia de las primeras comunidades las cuales aun no estaban expuestas a la necesidad de recurrir a otro recurso para entrar en relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No obstante, a medida que el tiempo avanza, surgen corrientes enfocadas a la desestabilización de esa manera de comprender a Dios y se hace necesario recurrir a un instrumento que permita su defensa, fundamentación y construcción sólida de la fe. Tal camino o recurso es el de la razón. De semejante empresa surgieron grandes tratados teológicos racionales que pretendían acercarse de una manera sistemática y bien fundamentada al misterio de Dios. Lo cual dio como resultado considerables controversias y juiciosos concilios que en torno al asunto se sumergieron en grandes indagaciones de donde se formularon propuestas para una apropiada comprensión del misterio de la Trinidad. Tales esfuerzos dan lugar a una doctrina de fe cuyas bases se levantaron desde la razón. Doctrina de fe compuesta por formulaciones teóricas abstractas de gran profundidad y coherencia argumentativa que concluye de la siguiente afirmación: el misterio de la Santísima Trinidad se comprende como un único Dios en el Padre que engendra, el Hijo engendrado y el Espíritu Santo que es espirado por el Padre junto y a través del Hijo. Y ha sido alrededor de esta gran verdad de fe que los estudios teológicos han realizado grandes profundizaciones en el decurso de la historia.
2. El hombre contempla la Trinidad en su existencia.
El misterio de la Santísima Trinidad ha de ser hoy comprendido desde la realidad existencial del hombre mismo. Pues Dios Padre, Dios hijo, y Dios Espíritu santo se manifiesta en el escenario concreto de la vida de los hombres quines se acercan a tal misterio para dar esperanza, libertad y un amplio horizonte de realización a su existencia. En este sentido “la Trinidad tiene que ver con la vida de cada persona, con su hacer cotidiano en el esfuerzo de dirigir la existencia en la conciencia recta, en el amor y la alegría, en el sufrimiento de la pasión por el mundo y de las tragedias existenciales, tiene que ver con la lucha por denunciar las injusticias sociales y por construir una vivencia mas humana y fraternal, con todos los sacrificios y martirios que supone no raras veces este empeño”[1]. En efecto, el camino donde se encuentra encarnada la Trinidad es el mundo, en la realidad en la cual nos movemos. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo desde la antigüedad eligió a un pueblo por amor y misericordia para darle la libertad y hacerle realidad la esperanza que guardaba en sus vidas. Pueblo en el que se encarna, en la persona del Hijo, para mostrarle el camino que le conduce a la construcción de una sociedad mas justa. No obstante ese encarnarse significó muchas pasiones, muchas tragedias, mucho dolor: sacrificar el hijo del hombre por amor a la misma humanidad, pero también significó sentido pleno de la existencia, alegría, realización, pasión y vida nueva en la resurrección de ese Dios hijo que resucita y se une al Padre en la más tierna filiación de amor que se proyecta en el tiempo por la misma inspiración divina transparentada en Dios Espíritu Santo. Ese misterio revelado en el camino histórico de Jesús y las manifestaciones del Espíritu es un misterio sacramental digno de reverencia sagrada. Reverencia esta que ha de ser la única actitud valida ante el último y supremo ser de nuestra vida. Ser supremo que no es solo de la razón sino que compete también al corazón. Es el misterio ante el cual nos alegramos cantamos y damos gracias, ante el cual nos acercamos y sentimos su presencia vivificadora. “Ese es el misterio de la santísima trinidad. No está fuera de nosotros. Nos rodea por todos los lados, mora dentro de nosotros y nos invita a integrarnos en la comunión eterna de las divinas personas”[2] Es en todo ello, es decir, en la presencia de la Trinidad que es comunión de amor en la realidad de los hombres en quienes promueve la unidad, la justicia, la misericordia, la libertad y el amor, podemos decir que es posible ver la gloria de Dios. Gloria de Dios que es el hombre vivo, redimido, el pobre integrado en la justicia y en su derecho. Ante tal grandeza al hombre no le queda más que alabar y dar gracias a la infinita benevolencia de la Trinidad y saber que tal misterio se ha comunicado y se comunica en el mundo. Alabanza que en ultima instancia se ha de tornar, en lo más profundo des ser del hombre, en forma de mística puesto que ante la presencia del misterio solo el silencio permite la admiración rebosante.
3. Dios dándose en el mundo como Padre, como Hijo y como Espíritu santo.
El Padre se revela en el Hijo a manera de liberación y por el hijo mismo como papá de los hombres. “Jesús se presenta como el revelador del padre….el Padre y yo somos una sola cosa…llama a Dios su propio Padre haciéndose igual a Dios”[3]...Jesús está en el Padre y viceversa. Siendo esto de esa manera, y sabiendo que el Hijo toma forma humana que habito en el mundo para anunciar el reino como forma de liberación de la opresión del pecado entre los hombres y como forma de armonización del hombre mismo con la creación, el Padre es el mundo liberación. Liberación que exalta al humilde y del devuelve el derecho violado y que está en proceso de realización. Y también liberación como ese pacificador que armoniza la creación pues en ella se hace presente la bondad y amor del Dios Padre creador, pues el Hijo que lo revela, lo encuentra en las aves del cielo que no siembran ni cosechan y que son alimentadas por el mismo Padre. Esa dación de Dios en el mundo en un nivel superior ocurre también en los hombres, puesto que por el Hijo revelador del Padre, participamos de esa filiación. Bajo esa condición somos hijos adoptivos de Padre por eso Jesús llama a sus discípulos mis hermanos. Es esa intima relación del Padre con el Hijo, y dado que el Hijo también es hombre, permite la condición de posibilidad de una sociedad de hermanos y hermanas en plena comunión, correspondencia emanada de la máxima expresión de comunión a la que llamamos Trinidad. Trinidad que es esa eterna unidad de amor e interpenetración de vida y de amor entre los tres divinos. Ahora bien, siendo Dios Padre la mostración en el Hijo, por el cual también el hombre es hijo adoptivo, ese Dios Padre también se revela bajo multiplicidad de formas, formas de ser, evidentes en cada persona. Dios Padre así como se revela en Dios hijo, se revela en los hijos adoptivos que son los hombres. Y también en las maravillas de su creación, la cual, está dinamizada por la fuerza del Dios Espíritu Santo. Hablando del hijo se dice, que Él está a lado del Padre... es nacido del Padre antes de todos los siglos…engendrado no creado, consubstancial al Padre que forman un solo Dios. Pero… ¿que tiene que ver esto con nuestro mundo, con nuestra realidad? Lo que sucede es que el Hijo que está identificado con Jesús es revestido de la fuerza liberadora del Padre, fuerza con la que Jesús asume el compromiso del reino. Reino que es una actuación de Dios sobre la creación, la cual, comienza por los más frágiles. Pero Jesús, el Hijo en intimidad con el Padre, actúa con total libertad la cual le permite ser también Hijo en obediencia para asumir su voluntad, proclama ese reino que se traduce como buena nueva para todos y todas. De tal suerte que por el Hijo, Dios se comunica con las criaturas para establecer con estas una relación de comunión y amor misericordioso, justicia, perdón y vida. En tal relación “el Padre quiso que el hombre Jesús de Nazaret, unido hipostáticamente al hijo, por su vida por su práctica y su pasión glorificase infinitamente al Padre y arraigase a la Trinidad en medio de los hombres, de las mujeres y de toda la creación…todas las cosas han sido creadas en el Hijo y este Hijo se ha encarnado…”[4] que con el Espíritu Santo – fuerza de comunión entre el Padre y el Hijo- perpetua la comunión vida en el universo y concretamente en el mundo. Si, Dios se da en el mundo. Y lo hace desde el misterio, al cual el hombre solo puede tener una cercanía. Cercanía traslucida en amor, perdón, misericordia, libertad, justicia, dignidad, vida, salvación….Ahora bien, si podemos creer y comprender que Dios trino se revela bajo esos modos de ser, los cuales están inmersos en nuestra sociedad, es que Dios habita en el hombre y la creación. Pues todos reflejamos esa presencia: cercanía, amor, perdón, misericordia, libertad, justicia, dignidad, vida, salvación, comunión. Y no solo los hombres sino la naturaleza misma de la cual hacen parte. Por eso Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, hoy se muestra como la posibilidad de libertad en una situación de esclavitud que vive la humanidad, Dios nos puede liberar como lo hizo con Israel; hoy se muestra como amor y perdón en medio de tanto odio, amor y perdón como lo hizo Jesús cuando estaba en la cruz, “Padre perdónales porque no saben lo que hacen”; Dios se muestra hoy como esperanza de justicia y dignidad en medio de tanta opresión, desigualdad, rechazo y egoísmo, tal como lo fue Jesús con los leprosos, endemoniados, prostitutas y enfermos; Dios se torna hoy como comunión de hermanos, en medio de tanto individualismo promovido por el sistema imperante, El Espíritu Santo forjó en los primeros seguidores de Jesús esa vida de unidad que dio origen a la Iglesia comunión. A manera de conclusión podemos insinuar que el Misterio de Dios ha alimentado la dimensión religiosa de hombres y mujeres antepasad@s que nos legaron una tradición de fe bien fudamentada, la cual, es la fuente de donde bebemos quienes pertenecemos a la actualidad, para comprender a ese Dios manantial primero de amor que sigue actuando y dándose hoy, en favor de la integralidad del ser humano y la creación. Los cristianos –pues como dije en un principio, es esta parte de la humanidad la que comparte al Dios trino, sin que ello signifique que Dios es sólo nuestro- hemos de ser consientes de tal realidad. Dios se revela hoy en cada una de las situaciones de cada grupo, cultura y sociedad. La tradición nos enseña que en un tiempo Dios se revelo y le comprendieron desde la fe y la razón. Hoy, Dios sigue haciendo lo mismo, y exhorta al hombre cristiano para que sea conciente de ello, redescubra el misterio y haga un esfuerzo para que crea en el y lo comprenda así como se procedió antaño. Fe y comprensión actualizada aue se convierta en el tiempo venidero como una valiosa herencia para la posteridad.
Javier Rosero.

[1]Boff, L. La Trinidad, la sociedad y la liberación. Madrid 1987. Pág. 194 [2] Ibíd. Pág. 196. [3] Ibíd. Pag. 204-205. [4] Ibíd. Pág. 228 -229.
EL MISTERIO TRINITARIO EN LOS TERCEROS MUNDOS.
1. La Trinidad de los pobres.
La existencia de una Trinidad en clave de comunidad y unidad es en si misma un mensaje de liberación valido para aplicarlo a los terceros mundos. Es sobre ésta afirmación y apoyados en las primeras partes del libro "Trinidad, sociedad y la liberación" de Leonardo Boff que proseguimos con nuestra reflexión. Para nuestro continente la Trinidad en su máxima glorificación y expresión es esencialmente comunidad integrada, unidad en si misma como fuente de esperanza liberadora de las naciones oprimidas pues -como dice Boff “la santísima trinidad se presenta como el modelo de toda convivencia social igualitaria, respetuosa a las diferencias y justa”[1].
Desde el tercer mundo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se plantean desde la igualdad y la comunión a la hora de “mostrarse” en la historia del pueblo latinoamericano. En otras palabras, el misterio de la Trinidad quiere ser revelado no solo en terminología doctrinal o dogmática, si no en experiencia de vida. Por eso es válido resaltar las funciones particulares de las personas de la Trinidad, el Padre como creador, el Hijo el que libera y el espíritu como el amor unitario. valido que singifica que reconozcamos que en estas funciones de la trinidad está intrínseco la puesta en práctica y la construcción de sociedades alternativas. No cuesta mucho trabajo reconocer en nuestro continente las palabras de Boff cuando nos dice: “los pocos ricos van siendo cada vez más ricos a costa de los pobres, cada vez más pobres”[2]. Es en estas circunstancias de adversidad donde resplandece el Misterio de la Trinidad que se da, que no se queda en comprensiones abstractas sino que se devela y acontece en la historia para que ésta sea transformada. Es aquí donde se puede hablar de una Trinidad comunitaria que sale al encuentro de los mundos oprimidos. A hora bien, esto es una liberación integral, ya que el comulgar con la Trinidad requiere no solo la aceptación de ésta como creencia fundamental de nuestra fe, sino que exige que nuestras realidades sociales en sus estructuras transparenten la Trinidad. Para ello es necesario partir de criterios de verdadera humanización, de perdón y en gran medida de vivencia comunitaria. Claro está, esto es un gran reto social que no parte de nuestras simples buenas intenciones si no del ejemplo que nos brinda la concepción de la Trinidad como comunidad que desata nuestras esclavitudes. Si, es la Trinidasd de la comunión, y no la trinidad en la que cada miembro cumple su función cabalmente, cada uno desligado del otro, puesto que si tal comprensión fuera así, caeríamos en el error de ver a un Padre autoritario, a un Hijo autosuficiente, y a un Espiritu Santo que está a lado del anarquísmo. Compresnión que favorecería fácilmente las circunstancias reales que han hecho padecer significativamente a América latina. Por supuesto, que esto no es la trinidad porque ella en su interioridad y misterio ha optado por la constitución comunitaria. En fin, “La comunidad es la primera y última palabra del misterio trinitario. Traduciendo socialmente esta verdad de repodemos decir, como ya hemos dicho, la trinidad es nuestro verdadero programa social”.[3] Mirando esta opción por la trinidad como comunidad, se puede confrontar las divisiones de clases sociales, las pugnas políticas que solo buscan el poder, la economía que avasalla y las religiones que dividen. El asunto es claro desde esta perspectiva, no podemos concebir desde nuestra realidad ya dividida una trinidad que patrocine el egoísmo . A esto no le apuesta la Trinidad sino al inefable misterio comunitario que se da en su interior y que se muestra como esperanza de liberación.
2. La Iglesia seguidora de Jesus es mediadora del misterio trinitario.
A hora bien, el misterio comunitario de las tres divinas personas no es algo etereo. Esto depende de nuestros modelos de Iglesia que es en últimas la que transparenta, por medio de sus miembros, la acción del Padre, del Hijo y del Espíritu. Evidentemente, si la Iglesia muestra la trinidad comunitariamente los signos serán de liberación, de igualdad y de justicia social. En esta medida la Santísima Trinidad constituye para la iglesia el motor que muestra a Dios no dividido sino en unidad. Así pues, el objetivo desde el misterio de la Trinidad es construir una iglesia símbolo de liberación, luchadora incansable por la unidad del pueblo Latinoaméricano que toma como ejemplo la comunión perfecta de la Trinidad y la hace praxis en nuestro mundo. Por último, es preciso determinar que la trinidad tiene una especificidad al revelarse, ya hemos dicho que esa revelación acontece en comunidad y en clave de liberación, no obstante, se ha dado gracias a una persona determinada, con una historia concreta, me estoy refiriendo a Jesús, el hombre que mostró al Padre y que recibió el Espíritu. En Jesucristo la trinidad no desconoce ni la comunidad, ni mucho menos la acción liberadora de la misma. Es evidente, en Jesús, la construcción de una comunidad que comparte, que construye nuevos sistemas sociales y es mucho más visible en Él su preocupación por el oprimido, por aquel que esta marginado, que sufre la esclavitud de la enfermedad, de la pobreza y de la marginación social. La trinidad, si bien se la ha comprendidio desde una formulación intelectual de funciones, que se quedan en el interior de tres personas divinas, es la comunicación del Padre, del hijo y del Espíritu santo para que el ser humano viva en construcción de unidad comunitaria y en camino de justicia y equidad social.
Francisco Javier Benavides B
[1] Boff, Leonardo. La trinidad, la sociedad y la liberación. Colección Cristianismo y sociedad. España 1986. Pp 19 [2] Boff, Leonardo. La trinidad, la sociedad y la liberación. Colección Cristianismo y sociedad. España 1986. Pp 20 [3] Boff, Leonardo. La trinidad, la sociedad y la liberación. Colección Cristianismo y sociedad. España 1986. Pp २५.