viernes, 14 de septiembre de 2007

DIOS UNA EXPERIENCIA TRASCENDENTE Y MUNDANA.

Nuestra reflexión partirá de de la propuesta que nos hace Leonardo Boff en su documento “Testigos de Dios en el Corazón del Hombre”. En este texto encontramos una problemática que se presenta cuando queremos abordar el tema del misterio de Dios, y es que a Dios le queremos dar imágenes que caen en dos extremos, el total trascendentalismo y la concepción absolutamente inmanente de Dios. Pues bien, frente a esta problemática queremos presentar en primer lugar nuestra posición, nuestras confrontaciones y porque no también los cuestionamientos que este complejo planteamiento suscita en nosotros. Es evidente que no olvidaremos la nueva propuesta de Leonardo Boff, la cual la analizaremos con mayor profundidad. Es importante reconocer que el hombre a través de la historia ha buscado materializar a Dios de alguna manera, por esta razón se busca designarle una imagen a nuestro Dios. Desde el momento en que buscamos esta representación de Dios ya empezamos a caer en un reduccionismo o extremo fundamentalista. Lo que queremos decir es que cuando encasillamos a Dios en una representación pareciera que le estamos delimitando la acción de Dios. No dejamos que Dios sea Dios. Hacemos un dios prefabricado, que responda a nuestras necesidades y sobretodo llegamos al punto de convencernos de nuestra propia creación. Así mismo, somos intransigentes a la hora de comprender a Dios en su multiplicidad, o sea, creemos que si Dios es Padre no puede ser madre y que las facultades, valores incluso sentimientos solo serán los del padre porque los de la madre no corresponden a un dios poderoso y omnipresente, frente a esto es valido pensar que Dios no es la imagen de un padre, sino el padre es la imagen de Dios. En este orden de ideas, es necesario salir de nuestra única concepción de exclusivizar a Dios a una imagen. Ahora bien, no descalificamos que el hombre moderno es hábido de representaciones materiales y que lo que no es comprobado o medianamente representado por otra circunstancia es difícil de concebir como real. En cuanto a esta problemática el hombre debe reconocer que así como le es más fácil comunicarse con la ciencia y la praxis también tiene la capacidad de desenvolvimiento en si mismo, de ir a su interioridad y sentir una experiencia que no está ni estará al alcance de un método científico. El hombre está llamado a descubrir en su existencia la posibilidad de un Dios que se hace evidente en sus experiencias, que acontece en su historia y en su presente. Esta concepción no es de corte racional, se sale de los lineamientos de la ciencia no por simple argumentación sino porque para adentrarnos en el misterio de Dios vamos hacia nuestra profundidad, hacia el encuentro con nuestro yo, y en esta dinámica no se descalifica ni a la ciencia, ni al razonamiento simplemente es otro estado de nuestra existencia. Ahora bien, en este encuentro con el Misterio de Dios caemos en extremos, que es lo que ocupa nuestra reflexión. Por una parte, concebimos a Dios desde una imagen profundamente trascendente. En esta designación calificamos a Dios de omnipresente, de omnipotente, facultades que no descalificamos pero que si nos limitamos a estas realidades se hará evidente un Dios alejado de los hombres un “Dios extraño al mundo y no experimentable”.[1] Por otra parte, encontramos la perspectiva de inmanentismo, en la cual caemos en una exageración de la apropiación de Dios en el mundo quitándole a éste su condición natural. En Otras palabras, no dejamos que el mundo actúe desde su propia realidad. Es válido aclarar que Dios hace parte de esta mundanidad, en especial para en Cristianismo con la encarnación de Hijo de Dios y sobretodo que el escenario más directo de acontecer y suceder de Dios es el mundo. En lo que no podemos caer es en la radicalidad de convencernos que Dios esta tan arraigado en el mundo que no trasciende de él. Como hemos dicho anteriormente Dios se refleja en la realidad del mundo, esta condición es propia de nuestra creencia, no obstante, no limitemos esta experiencia de Dios a nuestra realidad más cercana. Nos atrevemos a asegurar que el descubrimiento o mejor la revelación del misterio de Dios si se da en los acontecimientos de nuestra realidad mundana pero esto nos debe conducir a un estado fuerte de interiorización y de descubrir mejores formas de interactuar con nuestra realidad, en otras palabras damos paso a nuestra comberción. Frente a estas dos circunstancias, Boff nos hablara de una experiencia intermedia que él la llama “transparencia”, la cual consiste en una categoría que equilibra el Dios trascendente con el Dios inmanente. Pero nuestro objetivo no es presentar la postura de Boff, sino la nuestra frente a su planteamiento. En esta medida, creemos en primera infancia que la búsqueda del equilibrio el la experiencia de la relación hombre – Dios es sumamente trascendental paro no caer en fundamentalismo que como ya lo dice la historia nos han traído sólo nefastas consecuencias. Es importante rescatar en nuestro comino de Fe y de experiencia de Dios la creencía de un Dios que se manifiesta, que se desenvuelve en nuestra historia, se anonada en la humanidad. Pero que no se limita a esta realidad, sino que se acerca al hombre en sus condiciones para que éste le descubra y experimente en su propio ser y en la realidad que le circunda la existencia inefable de Dios. Por último, quisiéramos señalar que dado la coyuntura de la posmodernidad con la creencía en Dios no se trata de un simple alejamiento de una realidad divina, sino más bien, de una realidad que avanza tan abismalmente apresurada que crea una imagen de dios a su manera o también que no repara en estas circunstancias. No obstante, desde nuestra visión Dios si acontece en esta realidad y en muchas otras con diferentes características. Creemos, en últimas, que Dios lo hace desde la transparencia equilibrando su condición trascendente con su mismisidad y mundanidad en nuestra realidad.
[1] BOFF. Leonardo, “testigos de Dios en el corazón del Hombre”

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